martes, 11 de enero de 2011

ETA no engaña

ETA vuelve a tomar a media España por idiota. Y, desgraciadamente, me temo que tiene buenas razones para ello. Ha vuelto a declarar un "alto el fuego permanente" pero, eso sí, que se puede interrumpir en cualquier momento si no se satisfacen todas sus exigencias, a saber: La independencia del País Vasco, la anexión de Navarra y una parte del territorio francés, y la liberación de los presos. Lo dice en su jerga política ("territorialidad", "derecho a decidir", "llamamiento a las autoridades de España y Francia para que abandonen para siempre las medidas represivas", etc) pero se entiende perfectamente.

También tiene ETA razón en otra cosa. Se define "socialista" y a mí no me cabe ninguna duda de que lo es. No sólo aspira a la independencia del País Vasco sino que además, como es sabido, defiende la implantación de una dictadura al estilo de Cuba o Venezuela, países donde se trata tan bien a los etarras.

No sería exacto decir que ETA engaña. Nunca oculta sus intenciones, pero a veces las presenta con un lenguaje lo suficientemente cifrado para que quienes quieran engañar o engañarse, lo puedan hacer. Y al mismo tiempo lo suficientemente claro para que los suyos no se desconcierten y no desafinen. Hablar de tregua-trampa, aunque pueda ser mediáticamente útil para poner sobre aviso a la gente, no es lo más apropiado. El mero término tregua ya supone adoptar el lenguaje paranoico de unos criminales que creen estar librando una guerra de liberación, o actúan como si lo creyeran.

Los medios para acabar con ETA son básicamente tres: El policial, el policial y el policial. Cualquier otra cosa (sea la negociación o el terrorismo de Estado) sólo sirve para prolongar su existencia, permitir que se rearme o regalarle argumentos. Si ETA no ha sido derrotada hace tiempo es porque las cosas, en  las últimas tres décadas, se han hecho mal, rematadamente mal. Se ha perdido el tiempo reclamando la "unidad de los demócratas", cuando un gobierno responsable lo único que tiene que hacer es aplicar la ley, perseguir a los criminales y encarcelarlos.

Menos cháchara y menos condenas rituales de atentados, confiriéndoles categoría política, que es exactamente lo que pretenden los terroristas. Que un ministro diga, como hizo Corcuera en tiempos de González, que los etarras son unos "gudaris de mierda", podrá darle popularidad, pero eso no sirve absolutamente para nada. Lo que hay que hacer es ir a por esos gudaris de mierda (que en efecto lo son) y encerrarlos, sin aspavientos, sin darle mayor importancia que a cualquier otro tipo de delincuencia organizada. Asimismo, toda la palabrería de hipócrita tono pedagógico de Rubalcaba no tiene otro objetivo que favorecer su valoración como sucesor de Zapatero en las encuestas. No sólo no tiene ninguna utilidad en la lucha contra ETA, sino que la sitúa en el primer plano del debate político, lo cual para ella es siempre un triunfo.

El problema es que hoy condenamos ritualmente todo tipo de violencia, sea la de un maltratador de mujeres o la del asesino de Olot. Es decir, convertimos en política incluso lo que siempre se había denominado delincuencia común. El paradigma seudoprogresista nos ha enseñado que no hay tanto individuos culpables como conflictos sociales, y en este clima mental, los terroristas se encuentran en su elemento. Nuestro relativismo, nuestra carencia de principios morales sólidos, de ideas claras sobre la responsabilidad, sobre el bien y el mal, es su fuerza. Les hemos dado la razón antes de luchar. ¿Para qué iban a necesitar engañarnos?