domingo, 7 de octubre de 2012

Recuperar el orgullo

Existe un tópico sobre el origen del nacionalismo catalán (aplicable también al vasco) que incluso ha sido interiorizado por muchos que no son nacionalistas. En resumen, nos vienen a decir que la culpa de todo la tuvo el franquismo, con su obsesión por castellanizar España, la cual habría provocado la comprensible reacción pendular en la que consiste a fin de cuentas el nacionalismo catalán.

Naturalmente, esto no explica por qué Francesc Macià proclamó el Estado catalán en 1931, ni por qué tres años más tarde Lluís Companys se sumó a un golpe de Estado contra el legítimo gobierno de la República. Entonces los catalanistas nos dirán que las políticas castellanizadoras vienen de más lejos, nos retrotraerán hasta 1714 y más atrás aún, hasta el conde-duque de Olivares, como mínimo. En esto proceden como la izquierda, cuando se le recuerda que fueron el Partido Socialista y la Esquerra Republicana de Catalunya quienes se sublevaron (antes que Franco) contra la república. Te echarán en cara la sanjurjada y si es necesario continuarán remontándose en la cadena causal hasta demostrarnos que Caín era de derechas.

El nacionalista, al igual que el izquierdista, siempre encontrará los pretextos morales para justificar su posición. Y si no existen, los inventará. Quien pretende cometer una injusticia contra alguien (contra quienes no piensan como él ni le apoyan) necesita imperiosamente postular una injusticia previa, invertir la relación entre verdugo y víctima para presentarse como la segunda.

El catalanismo surge del autoodio hacia España. Al alumbrar el siglo XX, tras la pérdida de Cuba, el autoodio español (subvariante del autoodio occidental) podía manifestarse en forma de ideas "progresistas", que hacían suya la Leyenda Negra alimentada por los imperialismos rivales de España, es decir, el francés y el anglosajón. El anticlericalismo es una de sus manifestaciones más evidentes. Pero para uno que hubiera nacido en Barcelona, o en Mollerussa, existía otra forma de autoodio español: No sentirse español, sino catalán. Que fuera minoritario al principio no tiene más relevancia: Todo empieza por las minorías.

Los nacionalismos catalán y vasco han prosperado en un clima en el que los propios españoles no estaban muy orgullosos de serlo, porque habían comprado la mercancía adulterada de una interpretación falaz de la historia, según la cual el catolicismo español no aportó otra cosa que la Inquisición y la superstición, mientras que la conquista de América se redujo a un genocidio contra los indígenas. Con estos planteamientos masoquistas, no es de extrañar que los habitantes de algunas regiones españolas se hayan aferrado a ciertas particularidades culturales y lingüísticas para sostener que ellos no son españoles. Luego han completado la jugada inventándose una historia de opresiones y agravios recibidos de la malvada, oscurantista y decadente España.

Los españoles podemos estar orgullosos de nuestra historia. No tenemos que pedir perdón por la Reconquista, puesto que antes tendrían que pedirlo quienes nos invadieron. No tenemos que pedir perdón por haber defendido la unidad del cristianismo, salvo si se demuestra que el protestantismo no produjo guerras ni masivas cazas de brujas. No tenemos que pedir perdón por haber descubierto y colonizado América, salvo si se demuestra que América era un paraíso terrenal antes de la llegada de Colón. Y no tenemos que pedir perdón por querer mantener nuestra integridad territorial, salvo si se demuestra que los canarios, ceutíes y melillenses vivirán mejor bajo la férula del rey de Marruecos que dentro de España. Y que catalanes y vascos van a atar los perros con longanizas en cuanto se independicen.

Cuando recobremos nuestro orgullo de ser españoles, los nacionalismos separatistas habrán alcanzado su momento culminante. Puede que entonces sea tarde, pero solo desde este momento dejarán de comernos terreno. Dejaremos de estar a la defensiva con pusilánimes apelaciones a que "ahora no es el momento más oportuno para aventuras", etc. Ni ahora ni nunca será el momento para romper España, salvo que ya no quede nadie que se sienta español.