“Nos vamos a ver, tenlo por seguro”. Así, en plan matonesco, pero sin salir del cobarde anonimato, concluye el último comentario (pero no el primero de esta guisa) que me envía un sujeto que firma JL. No lo leeréis porque no pienso publicarlo, y además he borrado los que, en un momento de debilidad, no censuré. Mi error ha sido entrar en diálogo con un tipo que no conozco (quién sabe si es un desequilibrado) y posiblemente, lo admito, sea también un error darle importancia escribiendo esta entrada. ¿Por qué esta clase de gente no abre su propio blog –es gratis– y suelta allí lo que le dé la gana? ¿Creerán que los demás tenemos algún tipo de obligación de publicar toda impertinencia que se le ocurra a cualquiera?
Cualquiera que siga este blog comprobará que publico a menudo comentarios discrepantes, a veces de un sarcasmo hiriente, a pesar de que, insisto, no tengo obviamente ninguna obligación de hacerlo. Ser liberal no es dejar que entre cualquiera en tu casa, y un blog personal es algo así como tu casa, yo al menos así lo considero. Muchas veces veo mis escritos en el contexto de una batalla ideológica sin cuartel, y por ello censuro con plena consciencia aquellos comentarios que no buscan debatir racionalmente, sólo destruir, o sencillamente tocar los huevos. Insisto: ¡Que se busquen otro blog para sus insidias, o que abran el suyo!
Dicho esto, el tal JL, si piensa que me va a intimidar, se ha equivocado de persona. En el comentario al que hacía referencia demuestra su obsesión conmigo mandándome, cual si de un trofeo se tratara, una carta al director que me publicó La Vanguardia el 20 de diciembre de… 1999 (Pequeño detalle, el anónimo no deja constancia de la fecha.) Aquí la tenéis, es la de la izquierda; podéis clicar para aumentar:
Nunca he ocultado –al contrario, es una seña de identidad de este blog– que yo antes fui progre, y que tonteé con el nacionalismo, cosa por lo demás que suele ir unida. También fui a alguna manifestación contra las centrales nucleares, y tengo escritas cartas privadas, hace aún más años, en las que confesaba mi admiración por el sandinismo, entre otras memeces juveniles. En fin, que cuando me refiero a los progres, sé de lo que hablo, porque yo fui uno de ellos. Dicho esto, tampoco me desdigo de lo que afirmo en aquella carta, creo que el tema de las balanzas fiscales debería ser una cuestión meramente académica, y los titulares de prensa, sea cual sea su intención, suelen simplificarlo en exceso. Pero también es verdad que hoy, a diferencia de hace diez años, he llegado a la conclusión de que las autonomías son un error, y que mejor nos hubiera ido con un modelo más centralista.
Termino con una advertencia a JL. Cualquier actuación que implique una violación tuya o de terceros de la Ley de Protección de Datos (ya que insinúas conocerme), será inmediatamente denunciada. Yo de ti no me complicaría la vida, la verdad. Así que vete a incordiar a tu padre.