Los españoles, según las conocidas palabras de Rubalcaba, se merecen un gobierno que no les mienta. En cambio, por lo visto se merecen una cadena de emisoras, como la SER, que les mintiera masivamente en los días y horas previos a las elecciones del 2004, cuando aseguraba la existencia de terroristas suicidas en el 11-M, cuando afirmaba tener informes de los servicios secretos que jamás han aportado o incluso cuando presumía de haber conocido el contenido de una cinta reivindicativa de los atentados… horas antes de que fuese grabada. También nos merecemos que los funcionarios públicos mientan en sede parlamentaria y judicial, que manipulen las pruebas de la investigación del mayor crimen de la historia de España desde Paracuellos, o que se las inventen. Incluso se merecen que el candidato socialista a las elecciones, Rodríguez Zapatero, llamase a los medios de comunicación ayudando a difundir el bulo de los suicidas.
Todo eso es aceptable, pero que el gobierno del Partido Popular dijera que el explosivo era el habitualmente utilizado por ETA, eso es inadmisible. Salvo, claro está, que al final resultara ser cierto. En cuyo caso, debería reinar la reconciliación. Sí, es muy sencillo. El PP se olvida de las mentiras de los socialistas, sus medios afines y sus topos en las fuerzas de seguridad. Y a cambio, los socialistas se olvidan de que ganaron las elecciones acusando injustamente al gobierno de ocultar la verdad del 11-M. Alguno pensará que es una broma, pero en realidad, este pacto no escrito ya está en vigor. Sólo falta extenderlo al ámbito de la llamada “memoria histórica”. La derecha se olvida de que la izquierda provocó la guerra civil en el 34, y a cambio la izquierda se olvida de que la perdió, y que la transición a la democracia la hizo la derecha cuarenta años después. Y todos tan contentos.