Acabo de leer las memorias de Ayaan Hirsi Ali, la mujer que se atrevió a romper con el islam, y que tras el asesinato de Theo van Gogh en 2004, el director de la película basada en su guión, vive protegida por guardaespaldas las veinticuatro horas del día. Porque el islam es una religión de paz… siempre y cuando no te metas con él. Entonces sencillamente te matan. Pero repito, es una religión de paz y además la culpa de todo la tienen los americanos y los judíos, como nos enseñan no ya los imanes que predican en las mezquitas, sino cualquier corresponsal de cualquier periódico occidental (por ejemplo, Mónica G. Prieto en El Mundo, que mira que es cansina, como diría el humorista.)
La importancia de este libro, que se lee como una novela, estriba en que quienes tachan de desconocedores del "verdadero islam" a sus críticos, no pueden decir lo mismo de su autora, que además de haberse criado en la cultura islámica, haber vivido en Arabia e incluso coqueteado en la adolescencia con los Hermanos Musulmanes, tiene la experiencia añadida de conocer de primera mano la situación de la mujer musulmana en una parte de Europa (Holanda) por su profesión de intérprete de la administración. Y su veredicto es claro: El problema sí es el islam, no una interpretación particularmente radical de una minoría de fanáticos.
Recomendando el libro sin reservas, hay una cuestión en la que sin embargo discrepo de Ayaan Hirsi. Ella es favorable a la abolición del artículo 23 de la constitución de los Países Bajos, que establece la libertad de “orientación” de la escuela privada. Su argumento es que si prohibimos las escuelas musulmanas, no podemos coherentemente permitir que haya escuelas confesionales cristianas, judías o budistas. Pero desde un punto de vista liberal, tampoco esto elude la incoherencia. ¿Cómo un liberal puede prohibir a los padres que elijan la educación que desean para sus hijos?
Creo que la solución –al menos en teoría: la práctica, como siempre, ya es otra cosa– es bien sencilla. La tolerancia se acaba con los que son intolerantes, lo cual incluye a los que adoctrinan en la intolerancia. ¿Libre orientación de la escuela privada? Sí, pero con un límite: No podrá adoctrinase a los niños en ideas contrarias a los derechos humanos o la igualdad jurídica entre hombre y mujer.
Como la propia autora parece admitir en algún pasaje, el problema no procede de la creencia en Dios, sino de cómo se concibe su relación con el hombre. En el islam, a diferencia del judaísmo y del cristianismo, esta relación es la propia del amo y el esclavo. La traducción de esto a la esfera política y social es el totalitarismo y el estancamiento. Por el contrario, sería un error ignorar el papel del judeocristianismo en la génesis de los valores liberales. El problema, por tanto, no es el colonialismo, ni Palestina, ni la probreza ni la marginación: Ayaan Hirsi es un ejemplo emblemático de la actitud de un inmigrante que decide integrarse en el país de acogida, y prosperar por su propio esfuerzo en lugar de caer en el círculo vicioso del victimismo y la dependencia de las ayudas públicas. Pero tampoco es el problema la religión en general. Afirmar eso sería tanto como olvidar aquello que hay de incompatible en el islam con una sociedad abierta y la autonomía individual, que si se han desarrollado en primer lugar en la Europa y la América cristianas, seguramente no es por casualidad.