jueves, 21 de mayo de 2009

Lectura absolutamente obligada

Una de las batallas ideológicas más agotadoras, pero necesarias, es la que genera el análisis de los efectos perversos de las ideologías emancipatorias. Es agotadora porque te llueven las críticas de izquierda pero también de muchos liberales, que andan bastante confundidos. Es necesaria porque las dichas ideologías son el caballo de Troya del estatismo, de un totalitarismo de nuevo cuño que sólo algunas mentes lúcidas (desde un Tocqueville a un Aldous Huxley, por citar dos ejemplos heterogéneos) han atisbado.

Tras el aborto, el matrimonio homosexual o la eutanasia late con fuerza el núcleo de estas concepciones que pretenden ignorar milenios de evolución biocultural, que tratan de transformar al hombre sin el menor asomo de duda acerca del derecho que les asiste para ello, ni de los resultados. Los portaestandartes de las ideologías emancipatorias, a menudo partiendo de una ignorancia verdaderamente cósmica, pretenden redefinir qué es un ser humano y qué no lo es, la naturaleza del bien y del mal y el sentido de instituciones tan contrastadas como la familia y el matrimonio. Para ellos la experiencia no cuenta en absoluto, y se guían exclusivamente por prejuicios recientes de una espantosa simplicidad, que se resumen en la defensa de un sentimentalismo hedonista que lo justifica casi todo.

El resultado es la atomización de la sociedad en un agregado de individuos dependientes, material y espiritualmente, del Estado, es decir, de una minoría burocrático-política que a todos los efectos funciona como un despotismo oriental tradicional... Paradojas de la modernidad.

Por cierto que hace tiempo que no leía un artículo que explicara esto de manera tan magistral como el de Alberto Gómez Corona, que publica Libertad Digital. Es de esos textos que hay que guardar y hasta imprimir en letra grande. No dejéis de leerlo.