Ayer por la mañana leía el artículo de Luis del Pino en LD, en el cual se desmarcaba de la euforia dominante por la investidura de Patxi López. Pues bien, por la tarde, en el informativo de Antena 3 emitieron unos brevísimos fragmentos de entrevista muy reveladores, que le dan toda la razón al periodista. A la pregunta de si protegería la libertad lingüística en la enseñanza, López respondió como respondería cualquier nacionalista vasco o catalán: Asegurando que al acabar el ciclo formativo, los alumnos dominarían el castellano, la lengua de la comunidad y -puso énfasis en ello- el inglés. O sea, no respondió con claridad si se podría estudiar en castellano en el País Vasco... ¡en el primer día de su mandato! Por supuesto, los alumnos no van a acabar dominando el inglés ni el castellano ni nada, si la calidad de la enseñanza no mejora muchísimo.
Por si quedaba alguna duda, a la pregunta de si ondeará la bandera española en los edificios institucionales del País Vasco, dijo que él no era un "fundamentalista" de las banderas, pero que si la ley lo exigía, estaría la bandera de España. Le faltó decir: "si no hay más remedio..." Y por último, acerca del mapa de Euskal Herria en los informativos de la televisión autonómica, y a pesar de que es otro de los puntos del pacto firmado con el PP, ya no dijo que se sustituiría por el mapa de la comunidad, sino que no tendría un sentido "político".
Traducción de lo anterior al lenguaje común: Todo seguirá igual, tanto en lo esencial como en lo simbólico (que es más importante de lo que parece, pues sirve de justificación a todo lo demás.) López será el Montilla del País Vasco, pero con un agravante: tendrá el apoyo formal del Partido Popular, con lo cual la oposición al nacionalismo en el País Vasco será como en Cataluña, es decir, nula.
Por lo menos, en Cataluña tenemos el consuelo de que algún día se traspasarán las competencias de los trenes de cercanías, tras la reunión entre Montilla y José Blanco. Oigan, que yo no podía dormir hasta ahora. Que los trenes lleguen puntuales o no, eso no me importa. Pero que el revisor te pida el billete en catalán ¡qué ilusión, qué felicidad! Qué... ganas de exiliarme que me dan.