miércoles, 1 de julio de 2009

Bomba al Hotel Vela


En octubre está prevista la inauguración del hotel W Barcelona, más conocido como Hotel Vela, por su forma arquitectónica, debida a Ricardo Bofill.

Este espectacular edificio junto a la Barceloneta se ha convertido en un excelente motivo de agitación del asociacionismo dominado por la izquierda, al permitir atraer sobre sí las iras de los ecologistas, antiglobalizadores y antiamericanos (la empresa explotadora es la estadounidense Starwood Hotels).

Si navegamos por el sitio web de este movimiento (bastante bien elaborado, por cierto, no parece cosa de aficionados) descubrimos un buen ejemplo de lo que unifica todos estos discursos: Un mensaje inequívocamente anticapitalista, en el cual se presenta lo privado como una siniestra actividad que conspira para depredar los espacios publicos, tanto físicos como metafóricos.

Pero especialmente llama la atención la “imagen corporativa” del movimiento. Tanto las ilustraciones como la canción, basada en una conocida canción del verano de hace algunos años, juegan con la fantasía de la destrucción del hotel de un bombazo, con un texto tan explícito como “bomba al Hotel Vela” y el icono universal de artefacto explosivo inspirado en el primitivo terrorismo anarquista.

Ahora bien, en una de las imágenes, mostrada a continuación, la alusión es mucho más actual: Nos muestra la silueta de un avión de pasajeros a punto de chocar con el edificio.


Por supuesto, no me cabe ninguna duda de que los organizadores negarán que se haya buscado aludir al 11-S, y nos dirán que se trata de una ilustración de lo más inocente, en la que lo mismo podría haberse mostrado la silueta de un pájaro. Pero en publicidad no existen este tipo de casualidades. Cuando se sugiere un mensaje, es que existe voluntad de sugerirlo, de lo contrario se cambia el anuncio. ¿O pretenden hacernos creer que nadie advirtió la interpretación que inevitablemente se daría al avión?

Es muy probable que el Hotel Vela se convierta en un elemento tan definitorio del skyline de Barcelona como lo fueron las Torres Gemelas de Nueva York hasta el 11 de setiembre de 2001. Y esto es algo que al izquierdismo difícilmente le puede pasar desparecibido. Si se tratara de la silueta de una mezquita, con su cúpula y sus minaretes, seguramente no habrían manifestado las mismas inquietudes, o al menos no habrían encabezado las protestas. Cuanto más pienso en ello, más me doy cuenta de la pulsión profundamente autodestructiva que late en la mentalidad progre. Y comprendo por qué me da tanto asco.