Según un artículo publicado hoy en El País, la mayoría de jueces españoles son conservadores, porque “no todas las familias pueden mantener a un aspirante a juez”. De ahí que el autor sugiera revisar el modelo de acceso a la judicatura por oposición, a fin de que la “ideología” no condicione las decisiones de los magistrados.
Es típico que a un periodista, no digamos si trabaja para PRISA, la ideología sólo le parezca condenable cuando es conservadora (o como dirá mientras se toma una caña, “facha”). Todos los ejemplos que aporta son de jueces que han entorpecido la aplicación de leyes socialistas (es decir, rezumantes de ideología), o que han favorecido a financieros o banqueros (un mundo, como es sabido, ajeno por completo al poder socialista, tan inocente y desvalido).
Excuso decirlo, el artículo para nada alude a los jueces que aplican el hipergarantismo de nuestro sistema penal con verdadero entusiasmo, influidos por la nefasta ideología progre que hace al delincuente una víctima de la sociedad, y en consecuencia acaba desprotegiendo a la mayoría de gente honrada. Pero eso por lo visto no es ideología, es juzgar teniendo en cuenta “la realidad social” del momento presente.
Da grima sólo pensar que se abolieran las oposiciones, y que por tanto el ejecutivo pudiera inmiscuirse no sólo en la composición de las altas instituciones judiciales, sino hasta en el último juzgado de provincia. Pueden apostar que entonces los jueces “conservadores” (que creen que el derecho está por encima de consideraciones “sociales”, es decir, de consignas del gobierno), pasarían a ser minoría.
Pero por encima de todo cabe cuestionar la tesis principal. Sea cierto o no que la mayoría de jueces es conservadora, relacionar este hecho con su origen social es en sí mismo una hipótesis obviamente ideológica, y que la experiencia desmiente sobradamente.
En primer lugar, cualquier persona de clase media puede acceder a una formación costosa, por supuesto si pone en ello un gran esfuerzo personal. Es evidente que un hijo de papá, que pueda costearse sus estudios sin trabajar, lo tendrá más fácil, pero también es cierto que, para un individuo de clase media, los incentivos para elegir la profesión de juez son mayores. El “niño bien” verosímilmente aspirará a puestos de carácter directivo mejor remunerados y menos sacrificados.
Pero incluso aunque existiera un sesgo de clase alta en la judicatura, de ahí no se deduce en absoluto que el correspondiente sesgo ideológico deba ser conservador. La idea de que la gente acomodada tiende a ser de derechas, es una caricatura que cada día se confirma más alejada de la realidad. La experiencia no deja de proporcionarnos ejemplos en el sentido exactamente opuesto. En realidad, como mayor es el nivel de renta, más se tiende a ideas vagamente paternalistas hacia los menos favorecidos. Ignoro si se trata de un mecanismo inconsciente, producto de una especie de complejo de culpa, o de un instinto de endogamia autodefensiva, que desaconseja para los demás los principios de disciplina y esfuerzo que a uno no le han ido mal.
Lo que es innegable es que la mayoría de movimientos “progresistas” han estado liderados o compuestos predominantemente por hijos de papá, no de obreros, y esto puede aplicarse tanto al Mayo Francés, como al antifranquismo o en nuestros días a okupas y similares. Y no se trata sólo de una cuestión generacional, pues muchos de los jóvenes que participan en estas “movidas”, se las apañan para mantener, al menos en apariencia, una pose rebelde en la edad madura. Ahí tienen a Roures y tantos otros millonarios anticapitalistas y antioccidentales, con o sin quefiya.
El estribillo de asociar el pensamiento liberal-conservador a los ricos es obviamente un socorrido recurso propagandístico de la izquierda. Excitar el sentimiento de envidia de la mayoría (que por definición nunca será más rica que la media) siempre será fácil y rentable en votos, como fácil es ridiculizar y reducir a anécdotas los innumerables ejemplos de personas que han ascendido socialmente desde un origen humilde. Eso sí, hay que reconocer que desde el punto de vista ecológico estos self-made man no son un buen ejemplo. ¿Adónde iremos a parar si un día todo el mundo quisiera viajar en business class? Deberíamos aprender de Corea del Norte: Dos yates para todo el país, bastan y sobran. Y jueces conservadores, por supuesto, allí no queda ni uno; ese problema se solucionó hace tiempo.