Recuerdo vagamente una película de Ingmar Bergman titulada 11-M, perdón, El silencio. Aunque han pasado más de veinte años desde que la vi, para mí el sintagma “el silencio” siempre me ha traído a la mente, al menos hasta ahora, aquellos fotogramas en blanco y negro; ni siquiera el reciente anuncio de un fabricante de aire acondicionado ha conseguido desplazar esa asociación mental.
Por eso la noticia de la querella presentada ayer miércoles por la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M contra el ex comisario jefe de los TEDAX, Juan Jesús Sánchez Manzano, me hace pensar también en Ingmar Bergman. Porque el silencio de las ediciones digitales de los grandes rotativos nacionales, a excepción de El Mundo, es atronador. (La edición digital de La Vanguardia es la otra excepción: Pero el laconismo con el que despachan la noticia es en sí mismo tan revelador como el silencio.)
Vamos a ver, una agrupación de víctimas del mayor atentado de la historia de Europa se querella contra uno de los jefes policiales que estuvieron al frente de las investigaciones, acusándolo de omisión del deber de perseguir delitos, de encubrimiento y de falso testimonio. Sin prejuzgar para nada el contenido de la querella, no me negarán que es una noticia para figurar en las primeras páginas de todos los periódicos al día siguiente. Pues no, en Zapaterolandia, las cosas no funcionan así. Cuando asoma mínimamente cualquier indicio que pueda cuestionar la gran mentira en la que se funda este Régimen, sencillamente se ignora, no existe y además jamás ha existido.
¿Quieren mayor prueba de la profunda decadencia moral y política de España que este clamoroso, bergmaniano silencio?