El Órgano del Progresismo funciona por campañas y campañitas. Ahora lleva unos días con el tema de las lesbianas que quieren ser madres. En varias comunidades, como por ejemplo Asturias y Cataluña, la sanidad pública solo ofrece la reproducción asistida en los casos de esterilidad. Esto excluye lógicamente a aquellas personas cuyo problema para tener hijos no estriba en una disfunción de su aparato reproductivo, sino en que no quieren aparearse con otra persona del sexo contrario. En El País han esperado a que dejara de gobernar el tripartito catalán, y a que el actual gobierno de la Generalidad esté recortando el gasto sanitario, para alimentar una de esas polémicas artificiales que van y vienen, según las conveniencias de la coyuntura política. No me negarán que tienen el don de la oportunidad. En los últimos cinco días, pueden contabilizarse como mínimo ocho artículos sobre el tema, incluyendo el editorial de ayer, titulado "Prejuicios".
Hay un debate previo, que es el de si la sanidad pública, cuya situación financiera es ya manifiestamente insostenible, debe siquiera costear la reproducción asistida en cualquier caso. Si tenemos en cuenta los índices de natalidad, parecería que la respuesta debería ser afirmativa. Pero la causa de la baja natalidad no reside en los casos de infertilidad, sino en que la gente fértil no quiere tener hijos, e incluso recurre al aborto masivamente para evitarlo. Sería añadir el absurdo a la indecencia que además de financiar abortos, la sanidad pública financiara los costosos tratamientos de reproducción asistida. Pues bien, esto es lo que prevee la legislación actual, y sin embargo a El País todavía no le parece suficiente: Quiere que las lesbianas también se puedan beneficiar de este despilfarro. Y porque de momento los hombres no pueden parir (todo se andará, los médicos con ansias de notoriedad abundan), que si no también defenderían las técnicas reproductivas a cargo del presupuesto para parejas homosexuales masculinas.
La cuestión de fondo, por supuesto, no es económica, sino moral. Una sociedad que no haya perdido definitivamente el norte no facilitará el capricho de cualquiera de tener hijos, como si los niños fueran mascotas, sino que favorecerá ante todo familias estables formadas por un hombre y una mujer. Son estas las que garantizan el mejor entorno afectivo y educativo posible para la infancia. Sin embargo, de aprobarse la Ley de No Discriminación que planea implantar el gobierno socialista, no solo la reproducción asistida para parejas lesbianas o mujeres solas será obligatoria, sino que además ni siquiera se podrá criticar.
La vía por la cual el Estado de derecho se está transformando en un Estado totalitario ante nuestros ojos es el de los derechos espurios. Estos, a diferencia de los derechos humanos clásicos, no consisten en la libertad de actuar sin interferencias arbitrarias, sino por el contrario, en exigir la realización de determinados deseos subjetivos, si es necesario con ayuda del Estado. Así, existiría un supuesto "derecho a ser madre", cuyo ejercicio cualquier mujer podría exigir al sistema público de salud, incluso aunque no quisiera quedarse embarazada naturalmente. Es decir, se confunde la libertad con el poder. Mi libertad de expresión, por ejemplo, no es mayor porque yo sea propietario de un periódico o una cadena de televisión, no está en función de mis capacidades. Disfruto de ella plenamente desde el momento en que nadie me impide ejercerla. En cambio, el poder del ser humano se expande con el progreso científico. ¡Pero ello no tiene nada que ver con la libertad! Podemos ser perfectamente esclavos en un mundo ultratecnificado. Especialmente nos deberían preocupar las crecientes demandas de experimentación sociobiológica, procedente tanto de los laboratorios (investigación con células madre, clonación, etc) como de otros grupos de presión, como el lobby homosexual.
[Durante años, los "progresistas" y los tecnócratas de la ONU han aplaudido con las orejas la política China de un solo hijo, que eso sí era una brutal violación del derecho a ser madre, pues implicaba la coacción directa del Estado. Estos mismos probablemente estarán a favor del "derecho" a ser madres de personas a las que nadie coacciona de ningún modo, sino que simplemente les ha dado por reproducirse sin tener relaciones heterosexuales, y encima quieren que se lo costeemos todos. Párrafo añadido a las 23:04]
No hay ninguna paradoja en que las promesas ideológicas de liberación nos puedan conducir al totalitarismo si en realidad no hablan de libertad, sino de poder. Y el riesgo estriba en que al olvidar el verdadero significado de la libertad, que se basa en la dignidad inviolable de la persona, ese poder se traduzca en el de unos hombres sobre otros, a una escala no conocida hasta ahora.