Un recurso retórico característico de la izquierda político-mediática es la traslación de la culpa del pecador hacia quien denuncia el pecado. Esto se emplea sistemáticamente en relación con el tema del terrorismo. Si alguien critica las negociaciones del PSOE con Batasuna-ETA, se le acusa de vileza infinita por "utilizar" la lucha antiterrorista para obtener un sórdido beneficio electoral. En cierto modo, este procedimiento me recuerda al código de honor sexual de culturas más atrasadas que la nuestra (multiculturalistas, perdonadme), donde la mujer que denuncia haber sido violada se expone a ser considerada culpable de haber mancillado el honor de la familia, llegándose incluso a su asesinato.
Pascual Sala, presidente del TC, ha declarado que "le pone la carne de gallina" que alguien cuestione la independencia del poder judicial. Desde luego, lo que nos pone la carne de gallina a muchos, o más bien nos produce arcadas, es ver a representantes de ETA en los ayuntamientos, gracias a la repugnante sentencia del tribunal que él preside. Pero nótese que precisamente por la manera de quejarse, empleando la traslación retórica de la culpa, Sala se conduce como un perfecto ejemplar de izquierdista. Cualquiera pensaría que quien realmente viola la separación de poderes es aquel juez que dicta sentencias movido por consideraciones políticas. Pues no, resulta que es quien osa denunciar tales prácticas el que debe ser acusado de atacar algo tan "sacrosanto" como la independencia judicial.
Cuando los chorizos aprendan el truco, pronto les veremos defenderse con desparpajo:
-¿Cómo pueden decir que yo he robado esa cartera? Me pone la carne de gallina que usted cuestione algo tan sacrosanto como la propiedad privada...