El progre sufre mucho. Al menos cree que sufre más que los demás, sobre todo si son conservadores (sinónimo de insensibles y cínicos). Le preocupan los niños desnutridos, los jóvenes precarios, las mujeres maltratadas, etc. Claro que es imposible desvelarse al mismo tiempo por todas las injusticias que existen. Los disidentes cubanos, las mujeres obligadas a vestir burka, los empresarios que luchan por sacar adelante sus negocios, quedan en un segundo o tercer plano. Quién sabe si no hay muchas exageraciones sobre los disidentes, sobre las torturas... Eso si es que no están a sueldo de la CIA. En cuanto a nuestra visión del islam, sin duda peca de superficial. Las mujeres quizás no vean el burka como un símbolo de sumisión, sino de identidad. Y de los empresarios, qué decir. Se han estado forrando durante los años de bonanza, y ahora no saben hacer otra cosa que despedir trabajadores.
La compasión de los progres, pues, es selectiva. Pero dejando esto de lado, lo que importa es lo bueno, sensible y solidario que se siente el progre. Y por contraste, lo detestables que le parecen quienes (según él piensa) no son conscientes, o no quieren serlo, del sufrimiento que puebla el mundo. Y el progre tiene una fórmula infalible para identificar a estos derechistas ignorantes o endurecidos. Son todos aquellos que no comparten su diagnóstico, ni por tanto sus soluciones. El desalmado derechista ve muy fácil decir que "entre la igualdad y la libertad prefiero la libertad". Quien pertenece a una "familia bien" no puede entender el sufrimiento de los más débiles. Es como un león "poderoso y magnífico" que le predicara las virtudes de la libertad a una "frágil gacela".
Los entrecomillados pertenecen a un artículo del escritor Gustavo Martín Garzo titulado "La historia del sufrimiento". En él, con el pretexto de defender la igualdad, se presta una argumentación vaga y de carácter emocional a recortes de libertades, aunque sin entrar en detalles. Dice simplemente que "la libertad es una palabra poco convincente". Poco les dice a los que sufren: "Los enfermos sueñan con estar sanos, las mujeres con tener los mismos derechos que los hombres, los cojos con competir con los grandes atletas." O sea, que mientras exista algún tipo de frustración, real o imaginaria (lo de los "cojos" que quieren ganar medallas olímpicas tiene narices: ¡pues yo quiero que me toque la lotería!), mientras el mundo sea imperfecto, hablar de libertad es una muestra de insensibilidad.
Martín Garzo reconoce que la igualdad sin libertad conduce a la tiranía, pero se diría que hay algo que le preocupa más: "La libertad sin igualdad genera injusticia; la igualdad sin la libertad, tiranía. Un ejemplo de tiranía son los regímenes comunistas; un ejemplo de injusticia, el feroz liberalismo económico que padecemos, y que está conduciendo al mundo a la catástrofe, ante el entusiasmo de los que no dejan de llenar sus arcas ajenos a la pregunta de dónde viene de verdad su riqueza." Obsérvese que de los regímenes comunistas no dice nada (ya bastante propaganda anticomunista hemos aguantado ¿verdad?), mientras que al "feroz liberalismo" lo acusa nada menos que de llevarnos al apocalipsis. Conclusión: Pues que venga la tiranía, si el capitalismo es tan malo.
Cuando los progres sacan a relucir sus metáforas de leones y gacelas, es difícil evitar acordarse de Animal Farm de Orwell. Pero es evidente que su intención no va por allí. Ellos están enamorados del sufrimiento. Y ya se sabe que hay amores que matan.