Esta semana he visto dos películas por la tele, lo que es mucho para mis costumbres. La primera, "Dueños de la calle", con Keanu Reeves, (y el doctor House, en un papel menor, aunque brillantemente ejecutado), me gustó bastante. Es un digno ejemplo de cine negro. Un sombrío descenso a los infiernos de la corrupción policial, sabiamente aderezado con tiros y escenas de coches, en el cual se nota la mano guionística de James Ellroy. La segunda, "Shooter -El tirador", empieza capturando la atención, pero acaba degenerando en una fantasía apta solo para mentes adolescentes, con algunas gotas de panfletito conspiranoico. Resumiendo, dos películas donde, más allá de la acción, hay una cierta dosis de crítica, pero una es creíble y la otra risible.
Al ver la segunda película no pude evitar acordarme de Mourinho. El entrenador del Real Madrid empezó la temporada un poco en el estilo de Ellroy, con un discurso crítico hacia el establishment arbitral, que supuestamente beneficiaría al Barça. Hasta aquí, estemos de acuerdo o no con sus críticas, se mantenía dentro de los cánones futbolísticos. En cambio, con el monólogo tras el Madrid-Barça de la semifinal de Champions, se acercó mucho más al mediocre guionista de "El tirador". El mundo lo manejan cuatro poderosos en la sombra, que nos hacen creer lo que ellos quieren, etc... Y el mundo del fútbol lo manejan los poderosos que mueven los hilos desde la UEFA y la Unicef, todo es un asco, etc.
No me parece mal que se critique a los árbitros. Toda la vida se ha hecho, y no sin razón, porque es verdad que los hay penosos. Tampoco me parece mal que un jugador se retuerza de dolor en el suelo, aunque no le hayan roto la tibia, o que se lleve las manos a la cara, aunque no le hayan hundido un pómulo. También se ha hecho toda la vida, y es preferible que ciertos jugadores sean amonestados antes de que acaben causando una lesión, no después. No soy propenso a caer en un extremismo purista acerca de lo que es fútbol y lo que no lo es. El juego físico, bronco, y su antídoto, el género dramático, son tan viejos como el fútbol. Al igual que las ruedas de prensa, forman parte de este espectáculo, aunque estrictamente no sean fútbol. Pero como en todo, hay límites. Tú puedes decir que el árbitro te ha robado el partido expulsando a Pepe. Pero no puedes decir que la última copa de Europa el Barça no la ganó limpiamente. Vamos, lo puedes decir, pero quedas como un miserable.
El Barça y el Madrid son los dos máximos goleadores de la Champions, por este orden. Son, sin duda, los mejores equipos de Europa, lo cual no significa que la copa no se la pueda llevar el Manchester United, que significativamente es el equipo menos goleado. (El Shalke lo tiene francamente difícil, aunque ojo, es el tercer máximo goleador, empatado con el Arsenal.) Sin embargo, en el duelo directo, el Barça ha demostrado ser superior, al menos hasta el martes que viene. El balance de los encuentros con su mayor rival esta temporada lo revela un sencillo dato objetivo: 8 goles del Barça por 2 del Madrid. Bien es verdad que uno de esos goles ha bastado para que los merengues se lleven la Copa del Rey. Porque en las eliminatorias, sobre todo a un solo partido, no hay duda de que Mourinho es "el puto amo"; no solo en las ruedas de prensa, como dijo Guardiola.
¿Cómo puede contrarrestar el Madrid la superioridad del Barça? Muy fácil, practicando un juego férreamente defensivo, en el límite del reglamento y presionando a los árbitros con recaditos para que se lo toleren. ("La clave será acabar con once.") ¿Cómo puede el Barça responder a esta estrategia? También muy fácil, haciendo que los árbitros, les guste o no, una vez en el campo apliquen el reglamento a rajatabla. Y si para ello no queda más remedio que parezca que te han roto la pierna, sea. Todo son armas legítimas o ilegítimas, según el color de la camiseta desde la que se mire. Lo que no es legítimo es volcar el tablero de juego de un manotazo, o mejor dicho, amagar con hacerlo. Porque si de verdad te crees tus palabras, te retiras y ya está. La lástima sería que entonces nos perderíamos el gran partido de la vuelta en el Camp Nou.