Según los datos del Ministerio de Trabajo, el mes de marzo ha habido 34.406 parados más. Lo grave de esta cifra es que hay que sumarla a los más de 2 millones de empleos que se han destruido desde marzo de 2004, cuando todavía gobernaba el PP. Esto no tiene atenuante alguno; se mire por donde se mire, es un desastre.
¿Por qué nos encontramos en esta situación? Una persona partidaria del gobierno dirá, evidentemente, que todo es consecuencia de una crisis económica internacional, de la cual Zapatero no tiene la culpa. Se le podrá acusar, como mucho, de no haber reconocido a tiempo su impacto en España, pero no de todos y cada uno de los dos millones de empleos que se han destruido. De hecho, en los primeros dos o tres años de su gobierno, la inercia de incremento de empleo neto, generada durante las legislaturas de Aznar, se mantuvo. Por eso hace poco Zapatero presumía de que bajo su mandato se produjo el porcentaje de paro más bajo de la democracia, dato innegablemente cierto.
En realidad, algunos partidarios del PSOE van todavía más lejos, y culpan de la crisis económica a los propios gobiernos de Aznar, que contribuyeron alegremente a la formación de la burbuja inmobiliaria. La "cultura del ladrillo", la llaman los cursis que creen que queda fino hablar de "la cultura de" cualquier cosa. Sin embargo, esta teoría tiene un no sé qué de retorcido que los propios que la defienden no se la puedan creer de verdad. Porque Aznar heredó de González un país con el 22 % de paro, y lo dejó en el 11 %. Hoy vuelve a estar en el 20 %, y creciendo. Si en vez de gobernar el PP entre 1996 y 2004, hubiera seguido haciéndolo el PSOE, y el paro se hubiese reducido a la mitad, a Felipe González lo hubieran propuesto para el premio Nobel de economía y se habría hablado del "milagro económico español" hasta la saciedad. Y no se hubiera solicitado su canonización al Vaticano por aquello del tic anticlerical del PSOE, que si no, también.
Sin embargo, tienen su parte de razón quienes aducen que no toda la culpa la tiene Zapatero. La causa del paro en España, en realidad la sabe todo el mundo, aunque a veces un extranjero, con la perspectiva que da la distancia, sea el único capaz de resumirla en seis llanas palabras. Fueron las que ha pronunciado el presidente de IKEA en una entrevista concedida a ABC: "Todo va muy lento en España". Efectivamente, en nuestro país, el temerario que se decide a abrir una empresa, se va a ver inmerso en una extenuante carrera de obstáculos burocráticos, con sus correspondientes tasas y dilaciones, impuesta por las administraciones local, autonómica y central, como no existe en ningún país desarrollado, ni en muchos subdesarrollados.
Un pequeño empresario, con el que hablé hace pocos días, me contaba sus desvelos por haberse trasladado de local; ni siquiera se trataba de una nueva sociedad o una ampliación. Por poner solo un ejemplo, el proyecto que debía ir firmado obligatoriamente por un arquitecto (por cierto, los colegios profesionales: otras sanguijuelas que viven de la hiperregulación), para un local que tendrá 50 m2, o quizás menos, dedicado a la reparación de ordenadores, le costaba 2000 €. Todo para decir dónde hay que colocar un extintor o un escaloncito, porque no había que hacer apenas ninguna reforma, y se limitaba prácticamente a copiar el proyecto antiguo.
A ello añadamos la legislación laboral, con unos convenios colectivos que impiden a empresarios y trabajadores pactar libremente sus condiciones contractuales, monopolizando esa facultad unos sindicatos que solo representan a una minoría de trabajadores. Muchos de ellos funcionarios para más inri; es decir, privilegiados con gran capacidad de presión, porque sus sueldos e incluso puestos de trabajo no dependen del mercado, sino de decisiones políticas arbitrarias.
Resumiendo, montar una empresa en España sale carísimo. El presidente de IKEA lo ha expresado en factor tiempo, pero el tiempo evidentemente es dinero. Y si solo fueran los retrasos... ¿Cómo se puede pretender que las empresas creen más empleo, si se las castiga todo lo posible y se disuade probablemente a miles de personas de que creen una?
Dicho esto, es evidente que las reformas necesarias para cambiar esta situación, muy difícilmente las podrá acometer un partido como el PSOE. La izquierda está lastrada por su ideología estatista, que considera al empresario como un ser sospechoso al que hay que intentar hacerle la vida imposible, y al Estado como garante de la redistribución de la miseria resultante. Zapatero no tendrá toda la culpa de los dos millones de parados netos creados bajo su mandato, pero sí una gran parte, y desde luego es el mayor obstáculo para poder plantearnos seriamente un cambio profundo de la situación.
Las preguntas que quedan son obvias. ¿Será el PP, cuando gobierne, capaz de coger el toro por los cuernos? ¿Se enfrentará a sindicatos, funcionarios, autonomías y municipios para reformar por completo unas estructuras parasitarias, y que de una vez por todas este país se oriente hacia la economía productiva? ¿Avanzaremos por la senda de la libertad económica, o la mentalidad populista seguirá imperando, para que continuemos tirando gracias al turismo y a la picaresca nacional?
No tenemos muchas alternativas. Habrá que darle a Mariano Rajoy un voto de confianza, en 2012 o cuando sean las elecciones generales. Veremos lo que hará con él. De momento, cuenta con el precedente favorable de su predecesor, José María Aznar. El problema es que las tímidas medidas que impulsó este, pese al éxito espectacular que entonces tuvieron, hoy ya no serían suficientes.
martes, 5 de abril de 2011
Las causas del paro
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