La izquierda siempre deploró la "histeria anticomunista" del macarthismo, pese a la diferencia esencial entre la "caza de brujas" de los años cincuenta y la del siglo XVII. Mientras que nadie ha probado la intervención del diablo ni que se pueda volar en escoba, debe admitirse que los indicios de la amenaza soviética eran algo más sólidos. Pero eso no quita que el clima de listas negras y delaciones en que degeneró la actuación del senador McCarthy fuera poco compatible con una sociedad libre.
Irónicamente, hoy quien se entrega con más entusiasmo al macarthismo es... la izquierda. Basta con que alguien cuestione alguno de los sacrosantos dogmas de la corrección política imperante, sobre cuestiones de género, inmigración, la guerra civil o el cambio climático, para que la caza del "machista", el "racista", el "franquista" o el "ecocida" se revele como el segundo deporte nacional.
Las reacciones de piadosa indignación ante el artículo de Salvador Sostres sobre el hombre que estranguló a su mujer embarazada son un ejemplo de manual. (Véase mi entrada anterior para un intento de análisis racional.) Nadie se ha molestado en argumentar contra las opiniones del autor. El veredicto automático ha sido culpable, en concreto del delito de "apología de la violencia de género", por el que al menos una organización ya ha anunciado que piensa llevarlo a juicio. El Periódico se ha referido al artículo como "criminal alegato". Público habla de "exabrupto machista". El País dedicó ayer dos páginas no solo a atacar a Sostres, sino incluso a especular sobre un siniestro contubernio "negacionista" (sic) de "rearme del machismo". El diario advierte, en tono inquisitorial, que "la negación de la violencia de género se abre paso en sectores de opinión".
Uno de los blogs de El País bordea incluso la calumnia, al acusar a Sostres no solo de justificar la violencia de género, sino incluso de animarla, sin por supuesto indicarnos en qué frase del artículo se basa para acusación tan grave. Como en los procesos de fanatismo colectivo, tantas veces descritos, se empieza por suposiciones infundadas e inexactitudes enunciadas con ligereza, y se puede terminar con alguien afirmando que ha visto a Sostres arrastrando el cadáver de una mujer, al final de un reguero de sangre.
A diferencia de lo que ocurrió con el macarthismo en Estados Unidos, que duró poco debido al rechazo que produjo entre los defensores de los derechos civiles, la "caza de brujas" izquierdista apenas encuentra resistencia. El pánico a verse relacionado con opiniones "extremistas", siempre que sean consideradas de derechas, es generalizado. El director de El Mundo, pese a asegurar que no le gustan "las hogueras", se apresuró a retirar de internet el artículo de Sostres y a pedir disculpas. No sea que se le chamuscaran los tirantes. Por cierto, el mejor artículo que he leído hasta ahora sobre la polémica se titula "Herejes a la hoguera". Léanlo; es un oasis de inteligencia y sensibilidad entre tanta brocha gorda.