lunes, 11 de abril de 2011

Queda mucho por hacer

"Queda mucho por hacer". Es uno de los estribillos preferidos del progresismo sectario. Con ello pretende que el gobierno, en lugar de limitarse a proteger los derechos individuales, se dedique a desfacer entuertos, es decir, a perseguir formas reales o supuestas de dominación que todavía persisten en las sociedades avanzadas. El resultado es que los derechos individuales se resienten. Que se lo digan si no a aquel empresario que fue citado con ásperos modales soviéticos por no sé qué departamento burocrático, y tras perder toda una mañana aguardando ser atendido, fue abroncado y amenazado con multas elevadas... Porque en un anuncio de trabajo había ofrecido un empleo de médico, y no "médico/a". (Correo leído por Carlos Herrera en su programa radiofónico, hace unas semanas.)

La emblemática progre Rosa Regás, en un artículo publicado por El Mundo (que ahora va a estar una temporada haciéndose perdonar con esmero el de Sostres), sostiene que, en relación a la igualdad sexual, "los cambios no son tantos", y asocia la opresión machista con la religión, especialmente la católica.

Regás habla de la Declaración de los derechos humanos como si fuera contraria al cristianismo, olvidando que la idea de que el hombre está dotado de derechos inalienables es en sí misma cristiana. Luego, cita el Nuevo Testamento con afectada negligencia ("como dice [San Pablo] en una de sus epístolas a los Efesios, creo"), para contraponer a Jesús y al apóstol, quien habría defendido la sumisión de la mujer al hombre. Viejo truco progre, dicho sea de pasada, encomiar el "verdadero mensaje" de Cristo, a pesar de no creer en Él.

El pasaje neotestamentario al que se refiere es concretamente Efesios 5, 21-24, que dice así:

"Ser sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres a sus maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, como también Cristo, salvador del cuerpo, es cabeza de la Iglesia. Pues bien, como la Iglesia está sometida a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo."

Obsérvese que empieza recomendando sumisión "unos a otros", sin distinción de sexo, nacionalidad, etc. Y que si al marido se lo compara con Cristo, a la mujer con la Iglesia, lo que no es precisamente rebajarla. Pero es que San Pablo prosigue:

"Maridos, amad a vuestras esposas, como también Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella (...). Así deben los maridos amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos", etc. (Efesios, 5, 25-30.)

Recordemos que la fórmula del sacramento del matrimonio ("en la salud y en la enfermedad", etc) obliga por igual a ambos cónyuges.

Sin embargo, la señora Regás, en lugar de extraer lo esencial del mensaje cristiano, prefiere quedarse en la superficie de cómo se expresaba un señor hace casi dos mil años, hablando del respeto de la mujer hacia el hombre, como si eso equivaliera a defender la esclavitud. (Compárese, por cierto, con lo que decía Mahoma cinco siglos más tarde.)

Sigue el artículo con los tópicos del feminismo radical, de reducir a la mujer a la función de "reproductora responsable de la especie" (como si eso fuera la más indigna de las tareas), bla, bla, bla y termina criticando que en algunas escuelas se separe a niños y a niñas, "como si fueran seres distintos". Debe ser algo horrible eso de ser distinto. Pero le guste o no, las niñas son distintas de los niños, y puede que separados obtengan mejores rendimientos educativos.

Lo políticamente correcto no se basa en estudios empíricos que llegan a conclusiones opuestas. Es no admitir siquiera que se puedan plantear determinadas cuestiones. Así, si alguien duda que haya menos mujeres bomberos que hombres por culpa del machismo (y no por razones fisiológicas obvias), es porque él mismo es machista. Y entonces, los defensores de la igualdad, exigen que las mujeres sean tratadas de modo diferente, con el fin de que todos doblepensemos que somos iguales. Todo por una buena causa, que en un futuro radiante de felicidad haya tantas bomberas como bomberos. Solo así llegaremos a las tasas de feminicidio de Finlandia, el país del que Ángel Ganivet, hace más de cien años, decía:

"Desde pequeños, los muchachos y las muchachas estudian juntos en la escuela y van y vienen en pandilla; y esta unión, esta intimidad se prolonga durante los estudios secundarios, que forman la educación corriente de la mujer, y los facultativos o universitarios, seguidos también por gran número de señoritas. La mujer ve en el hombre un compañero de estudios, un camarada, un amigo, con el que se puede tratar como una amiga..." (Cartas finlandesas, VIII.)

Tasa de feminicidios dentro de la pareja en España: 2,81 por millón de mujeres mayores de 14 años (2006).

Tasa de feminicidios en Finlandia: 9,35.

(Fuente: Violencia contra la mujer en las relaciones de pareja. III Informe Internacional.)

Pensándolo bien, mejor que veamos cómo lo hacemos para no llegar a las tasas de Finlandia. ¿Y si en lugar de repetir supersticiosamente latiguillos ideológicos, intentamos conocer mejor a los hombres y a las mujeres?