El parlamento de Hungría ha aprobado la nueva Constitución que entrará en vigor en 2012. El texto legal, que se inicia con las palabras "Señor, bendice a los húngaros", reconoce en su preámbulo el legado cristiano en la historia del país magiar; establece que el matrimonio se entiende como "la unión conyugal de un hombre y una mujer" (art. K, 1); y sostiene en su artículo II lo siguiente: "La dignidad humana es inviolable. Todo el mundo tiene derecho a la vida y a la dignidad humana; la vida del feto será protegida desde el momento de la concepción."
Naturalmente, en los medios progres, esto ha sentado como un tiro. Afirmar que el cristianismo ha tenido algún papel en la historia de un país europeo, que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, y que la vida de un feto indefenso merece ser protegida, es una osadía que en nuestra sofisticada civilización ofende al buen gusto. Se diría que apenas es necesario argumentar por qué, que bastaría con transcribir estas opiniones entrecomilladas para que cualquier persona culta y avanzada de nuestros días las condene como inconvenientes y oscurantistas.
Sin embargo, parece como si en El País no estuvieran tan seguros de que la gente va a pensar lo correcto ante el "desafío" de Hungría. Aunque más bien creo que el odio hacia todo lo que suene a reivindicar la moral judeocristiana les envenena el alma. De otro modo no se explica, incluso para lo que es habitual en este periódico, la campaña tan agresiva de propaganda que han iniciado contra la nueva Carta Magna húngara, una campaña que no retrocede ante los trucos más sucios de la desinformación.
¿Agresiva? Juzguen ustedes: Constitución "salida del XIX", "Estado étnico, confesional y monolítico", retroceso "hacia el pasado, hacia aquella época de Europa en que se apagaron las luces" (aquí), "Hungría antediluviana", "cheque en blanco para la violación de los derechos humanos", "una antología de la discriminación contra el ser humano"... (aquí.) Y esto es solo un aperitivo.
¿Trucos sucios? Desde luego, si de "antología" hablamos, el artículo del blog de Lluís Bassets y el editorial de El País de ayer deberían entrar en cualquier selección de mentiras burdas e intoxicaciones al servicio de la ideología, y estudiarse en las facultades de periodismo como ejemplo de las prácticas en las que jamás se debería incurrir. A continuación voy a analizar con detalle en qué pretenden basarse las expresiones tan desmesuradas utilizadas por este periódico.
Dice El País (EP) que la nueva constitución húngara (CH) cae en el "autoritarismo" pues "viola la separación de poderes al poner al ejecutivo por encima del judicial y el legislativo". En realidad, la CH dice explícitamente que "El funcionamiento del Estado húngaro se basará en el principio de la separación de poderes." (C, 1.) EP basa su contundente apreciación en que el texto legal restringe la capacidad del Tribunal Constitucional de inmiscuirse en materia presupuestaria. Cosa que, por cierto, les molesta mucho porque el texto legal introduce además un límite al déficit público, qué horror. Según un indignado Bassets, se pretende también prejubilar a "los jueces más expertos del país" a los 62 años. Es decir, casualmente, aquellos que han desarrollado su formación y su carrera en la etapa comunista, que como todo el mundo sabe, fue una brillante época para el derecho y la justicia.
Solo hay un elemento de la CH que podría abonar la acusación de autoritarismo, y es que se prevé la regulación, sin entrar a desarrollarla, de los medios de comunicación, cosa que por lo demás ya hace tiempo que baraja el gobierno español del PSOE, y que se aplica en Cataluña, que cuenta con un Consejo Audiovisual con capacidad de imponer sanciones y cerrar medios. De todos modos, es difícil que esa regulación en Hungría pueda desembocar legalmente en amenazas a la libertad de expresión, de opinión y de prensa, explícitamente reconocidas en el artículo VIII.
Por último, en relación a este punto, EP destaca que se necesitará el voto de 2/3 de los diputados para reformar la constitución y las "leyes orgánicas" (en la versión inglesa de la CH, "Cardinal Acts"), lo que interpreta, no sin cierta razón, como un intento del partido gobernante Fidesz de blindar sus reformas. A título de comparación, según el artículo 167 de la Constitución española, se necesitan mayorías de 3/5 en las dos cámaras (en Hungría solo hay una) para la reforma constitucional: El 60 % frente al 66,67 % de la CH. Y en caso de no conseguirse esta mayoría, bastará con una mayoría absoluta en el Senado, pero 2/3 en el Congreso, al igual que en el país magiar. Bien es verdad que, si una constitución y su desarrollo normativo requieren mayorías cualificadas para su reforma, difícilmente podrán prosperar proyectos legislativos radicales como las leyes de ingeniería social puestas en marcha por el PSOE, sin contar con el partido que representa a cerca del 40 % de los votantes. Se entiende que la idea inquiete tanto a EP.
EP pretende trazar una pintura verdaderamente siniestra del régimen democrático húngaro a base de acumular inexactitudes, falsedades y burdas insinuaciones sobre supuestas violaciones de los derechos humanos, e incluso connivencias con la ultraderecha y el régimen fascista anterior al comunismo. Así, se cuestiona sin aducir argumentos que el principio de igualdad ante la ley se mantenga en la nueva CH, pese a que en este aspecto es irreprochable y hasta políticamente correcta. El artículo XIV, tras decir que se garantizan los derechos fundamentales sin discriminación por razón de "raza, color, sexo, discapacidad, lengua, religión, opinión política u otra, origen nacional o social, riqueza, nacimiento o cualquier otra circunstancia en absoluto", por si quedara alguna duda, añade: "Las mujeres y los hombres tendrán iguales derechos". Y en el siguiente párrafo abre la puerta incluso a las políticas igualitaristas que tantas veces degeneran en un exceso de intervencionismo, siempre saludado con entusiasmo por los medios progres como EP: "Hungría promoverá la realización de la igualdad de derechos con medidas dirigidas a eliminar la desigualdad de oportunidades."
En un ejemplo de manipulación desvergonzada, el editorialista de EP apunta en la cuenta de las "discriminaciones" la restricción del voto de los mentalmente incapaces, cosa que el artículo XXI, 4 efectivamente propugna, pero siempre que lo dictamine un juez. Medida de impecable sensatez, que en todo caso no demuestra más que respeto por el valor del voto, y que si aquí no existe, haríamos bien en importar. Al igual que el artículo IX, 2, según el cual, solo los científicos, y no el Estado, pueden decidir "en cuestiones de verdad científica". Es decir, ningún gobierno puede en adelante perseguir disidentes bajo el pretexto de supuestos trastornos mentales, como hizo el régimen comunista. Dicho sea de pasada, la CH prohíbe también las prácticas eugenésicas y la clonación de seres humanos. (Art. III, 2.)
¿Será entonces verdad que la CH pretende implantar un Estado confesional, como dice Lluís Bassets, basándose en el reconocimiento de la herencia cristiana en el preámbulo constitucional? Pues tampoco, porque el artículo VI consagra la "libertad de pensamiento, consciencia y religión", así como la separación de Estado e iglesias, sin negar las relaciones de cooperación.
Queda entonces la acusación de "Estado étnico" que no respeta las minorías nacionales. Hungría adopta el modelo germánico de nacionalidad, según el cual es ciudadano húngaro todo descendiente de húngaros, incluso aunque haya nacido fuera del país. Pero salvo que consideremos a Alemania como un "Estado étnico", deberán buscarse otras razones para conferir este calificativo al país magiar. En cuanto a los derechos de las minorías étnicas a conservar su lengua, cultura, e incluso dotarse de instituciones de autogobierno, son explícitamente reconocidos en el propio preámbulo, y en los artículos H y XVIII. Sin embargo, EP insiste en esta vía, y trata pérfidamente de relacionar al partido gobernante con los ataques a gitanos perpetrados por las milicias del partido ultraderechista Jobbik, pese a que esta formación (antisemita, por más señas) ha votado en contra de la CH.
Bien, al menos, la CH será antieuropea y xenófoba, cosa que también suena muy fea. Pero tampoco la lectura del texto constitucional permite fundamentar tal cosa. Las palabras "Europa" y "europeo" aparecen 17 veces en un texto de 37 páginas. En el artículo E, 1 se dice que "Hungría contribuirá al objetivo de la unidad europea, en la búsqueda de mayor libertad, bienestar y seguridad para los pueblos de Europa." En cuanto a la supuesta xenofobia, abundan también en la Carta Magna expresiones de respeto a todos los pueblos y culturas del mundo (art. P), se prohíbe la expulsión de extranjeros sin que haya justificación legal para ello, y se concede el derecho de asilo a toda víctima de persecución por razones políticas, religiosas o étnicas, siempre que no encuentre protección en cualquier otro país (art. XIII). Una ley alejada de quijotismos irrealizables, de los que aquí tanto sabemos, pero que difícilmente se puede tachar de xenófoba.
En definitiva, todo el catálogo de improperios que EP le dedica a la CH se asemeja a una pataleta infantil, provocada por que uno de los gobiernos con mayor respaldo democrático de Europa (cuyo líder, Viktor Orban, exigió elecciones libres y la retirada del ejército soviético en 1989, y encima no se avergüenza de la fe cristiana -el nombre del partido Fidesz significa "fe"), ha osado legislar de acuerdo con los principios que defendió ante sus votantes. El grado culminante de ridiculez lo alcanza EP en el editorial varias veces citado, cuando para concluir finge escandalizarse porque la CH declara al pueblo húngaro inocente de los crímenes cometidos por fascistas y comunistas. EP reprocha a "Orban y los suyos" que se "autoexoneren" de la persecución de los judíos bajo el régimen de Horthy, muerto en Portugal... seis años antes de que naciera Orban, en 1963. Que los lectores de EP no conozcan el texto de la CH les puede "exonerar" de que se traguen las manipulaciones de su periódico favorito. Pero si admiten sin pestañear la connivencia del actual gobierno de Hungría con el régimen fascista que desapareció en la Segunda Guerra Mundial, es que les importa muy poco que les falten al respeto.
Nota: El texto de la versión inglesa de la CH que he manejado procede del sitio web del parlamento de Hungría, con fecha del 14 de marzo, y podría no ser el definitivo, aprobado hace pocos días. Pero no creo que haya variado sensiblemente. Puede descargarse en pdf aquí.
viernes, 22 de abril de 2011
Salvaje desinformación sobre Hungría
Etiquetas:
Aborto,
Conservadurismo,
Derecho,
Liberalismo,
Religión