El ganador de las elecciones japonesas, Yukio Hatoyama, afirma que el problema del “fundamentalismo del mercado” es que pone la libertad como valor supremo y eso lleva a considerar a las personas como medios y no como fines. Menudo absurdo. Precisamente, si se antepone la libertad individual a otras consideraciones, es porque se cree que las personas no deben ser instrumentalizadas, que no deben ser los políticos y los burócratas quienes tomen por ellas las decisiones, aunque sea “por su propio bien”. ¡Quien considera a los seres humanos como medios, y no como fines, es indiscutiblemente el fundamentalismo socialista!
Dice también Hatoyama que hasta ahora, el gobierno japonés había optado por plegarse a los dictados del mercado, y que ahora ha llegado el momento de recuperar el valor de la “fraternidad”, para mantener los lazos comunitarios tradicionales que el frío cálculo económico amenazaba con arramblar.
En realidad, Japón ha estado lejos de ser un modelo de liberalismo económico. El gobierno ha intervenido en la industria, la banca y los mercados en general, y el resultado ha sido una larguísima recesión. Por desgracia, parece que el “cambio” del nuevo gobierno de centroizquierda consistirá en repetir el mismo error, acentuándolo, lo cual destruirá los “lazos tradicionales”, y lo que se le ponga por delante, mucho más rápidamente que supuestamente lo hiciera la globalización, pues tenderá a sustituirlos, según se lee entre líneas, por una mayor dependencia del Estado.
Mi más sentido pésame a los japoneses por el nuevo gobierno que han elegido.