domingo, 20 de septiembre de 2009

Gran artículo de Ana Nuño

Que enlazo a través de Martha Colmenares, y del que extracto este párrafo, absolutamente luminoso:

<<El relativismo, en realidad, es el nombre civilizado de la agi­ta­ción y propaganda, aquel viejo y utilísimo agitprop del imperio so­viético. Se trata, más que de negar la realidad o reemplazarla por una versión instrumental y útil a determinados fines, de in­va­lidarla; más que de “relativizar” la verdad, mediante la falaz creen­cia de que toda verdad es siempre, en esencia, subjetiva, de volver inútil su búsqueda. El relativismo es la máscara soft de los viejos mecanismos de control y sofocamiento de la li­ber­tad de pensamiento y de ex­pre­sión. Y no se piense que sólo los regímenes autoritarios o las dic­taduras tienen interés en des­dibujar y confundir, mez­clán­dolos, los perfiles de los he­chos y las ficciones: en la sólida de­mocracia francesa, los parla­men­tarios llevan dos décadas le­gislando en materia de “me­mo­ria histórica”, y, más pre­vi­si­ble­mente, en la España de Ro­drí­guez Zapatero, la izquierda en el poder se ha sacado de la chis­tera una nueva materia de es­tudio, “Educación para la ciu­da­danía”, que en no pocos ca­sos sirve para imponer una lec­tu­­ra de la Historia y unos valo­res morales ensalzados únicamente por ser acordes con la ideología del partido en el Gobierno. Con­siderar que la Historia es tributaria de la actualidad o que se reduce a la memoria, forzosamente parcial, de los hechos o, peor aún, que sea un objeto jurídico y, como tal, pasible de san­cio­nes, es el primer paso en la transformación del ciudadano en sujeto de una tiranía. O, para decirlo con Hannah Arendt: “El sujeto ideal del régimen totalitario no es ni el nazi ferviente ni el comunista convencido, sino el hombre para el que la dis­tin­ción entre hecho y ficción (la realidad de la experiencia) y en­tre verdadero y falso (las reglas del pensamiento) ha dejado de existir”.>>

Las negritas son mías. La idea de que la verdad no existe, de que sólo existe mi verdad, tu verdad, o más exactamente, de que la verdad no es un valor ("verdad, ¿para qué?", podríamos decir, parafraseando a Lenin) es esencial a la izquierda, para la cual vale todo con tal de conseguir el poder o mantenerse en él (en su lenguaje populista, para que no vuelva la derecha "antigua"). Ejemplo de manual: Zapatero, Príncipe del Pleno Empleo.