Según la concepción más extendida de las diferentes posiciones ideológicas, éstas se relacionan entre sí como los puntos situados sobre una línea, cuyos extremos representan la extrema derecha y la extrema izquierda. En las sociedades más desarrolladas, existe un amplio consenso en rechazar las posiciones extremistas, y en preferir las más cercanas al centro de esa línea imaginaria: el centroderecha y el centroizquierda. El primero básicamente se caracteriza por ser más partidario de reducir el peso del Estado en la economía, a fin de favorecer el crecimiento, mientras que el segundo se opone porque cree que ello conduce a mayores desigualdades. Al mismo tiempo, el centroderecha está más próximo a la moralidad y las instituciones tradicionales, mientras que el centroizquierda considera que no hay motivos para limitar las aspiraciones reformistas en este terreno.
El problema de este esquema es en cierto modo comparable al de la geometría euclidiana. Ésta, como sabemos, resulta útil para distancias relativamente pequeñas sobre la superficie de la Tierra, en las cuales los ángulos de cualquier triángulo suman 180º, pero no para distancias de, digamos, miles de kilómetros, en las que la curvatura de nuestro planeta empieza a ser apreciable.
En efecto, extrapolando la descripción de las ideologías cercanas al centro que hacíamos antes, parecería que como más nos movamos hacia la derecha del espectro, mayor será el grado de libertad económica y de tradicionalismo que encontraremos, mientras que hacia la izquierda sucederá lo contrario. Pero esto no encaja con la experiencia. Casi todo el mundo identifica los regímenes fascistas con la extrema derecha, a pesar de que pusieron en práctica -por mucho que sobre el papel respetaran la propiedad privada- un profundo intervencionismo estatal en la economía. En cuanto al tradicionalismo, ni los regímenes fascistas se pueden asociar sin muchas matizaciones con esta actitud, ni los comunistas, en el extremo opuesto del espectro, con la habitualmente denominada "progresista". El nazismo aplicó la eutanasia, mientras que en los países comunistas, aún hoy se reprime la homosexualidad. Pero hoy en día se tiende a considerar que la despenalización del suicidio asistido es una política "avanzada", mientras que entre las reivindicaciones de la izquierda destaca especialmente la defensa de la libertad sexual.
Una reacción habitual ante estas objeciones al esquema lineal derecha-izquierda es cuestionar los usos lingüísticos acostumbrados. Así, por ejemplo, se nos dice que en los países comunistas no se vieron realizadas las "verdaderas" ideas de izquierdas, que allí lo que se implantó sencillamente fue un "capitalismo de Estado". Esta por supuesto es una táctica frecuente de los favorables a la izquierda, que así pueden seguir achacando todos los males a su enemigo favorito. Pero también hay quien con intención opuesta ha cuestionado que los regímenes fascistas de los años treinta puedan calificarse de derechistas. Se recuerda que Mussolini fue socialista, y que el partido de Hitler se proclamaba nacional-socialista.
Parece, sin embargo, que estos intentos de cambiar el nombre de las cosas no han tenido demasiado éxito. Las insuficiencias del esquema lineal no se pueden salvar meramente con ajustes nominalistas. Y tampoco las innegables semejanzas entre extremismos teóricamente antagónicos se pueden despachar mediante frases socorridas del estilo "los extremos se tocan", que se limitan a constatar la paradoja sin explicarla, sino mediante la adopción de un esquema teórico que ilustre las verdaderas relaciones entre las distintas ideologías.
En una entrada del año pasado ya comenté el diagrama rómbico que aparece en el libro de David Boaz, Liberalismo. Una aproximación. Entonces se lo atribuí a este autor, pero con posterioridad he descubierto que el copyright del diagrama en cuestión pertenece -literalmente- a una organización llamada
Advocates for Self-Government, que lo ha denominado World's Smallest Political Quiz. Véanlo:
Como puede observarse, en los dos lados de su mitad inferior hay dos escalas que miden el grado de libertad personal y el de libertad económica que uno está dispuesto a admitir, en función de las respuestas a un sencillo cuestionario de diez preguntas (cinco sobre cuestiones personales, y cinco económicas). Así, por ejemplo, una persona que obtenga una puntuación de 40 en la escala de economic issues, y de 80 en personal issues, quedará situada en la zona del diagrama definida como Left (Liberal) -o sea, Izquierda (Progresista). Ya se sabe que liberal en Estados Unidos significa prácticamente lo contrario que entre nosotros, y lo que aquí llamamos liberal se corresponde con la zona Libertarian del diagrama.
Las preguntas que permiten puntuar nuestras tendencias políticas versan sobre si el gobierno tiene derecho a censurar contenidos de los medios de comunicación, si el servicio militar debe ser obligatorio, si debe haber leyes que regulen las relaciones sexuales adultas, la posesión y consumo de drogas y si se está a favor de una tarjeta nacional de identidad. En cuanto a las de tema económico, tratan de evaluar si uno es partidario o no de las regulaciones del mercado, de las barreras al libre comercio, del sistema de pensiones públicas, la caridad privada en lugar de la asistencia pública y la reducción de los impuestos en un 50 % o más. Según que la respuesta sea "de acuerdo" (en el sentido favorable a mayor libertad del individuo), "quizás" (o "no lo sé") o "en desacuerdo", se obtienen veinte, diez o cero puntos. David Boaz en su libro proponía un cuestionario más amplio, pero en esencia equivalente a este.
Animo al lector a hacerse el test on line en la web de los autores. En mi caso, obtuve una puntuación de 100-100 (véase el punto rojo en el primer diagrama de los tres que podéis ver más abajo), si la expresión "use of drugs" se traduce como "consumo de drogas", y de 90-100 (segundo diagrama) si incluye el tráfico de estas sustancias, ante lo cual adopto la posición dubitativa intermedia. Sin embargo, antes de conocer el cuestionario yo me habría situado, intuitivamente, en una posición como la que representa el tercer diagrama (luego explico por qué).
En mi antigua entrada a la que hacía referencia antes, sin dejar de admitir la sustancial mejora que el World's Smallest Political Quiz suponía frente al simplismo de la línea derecha-izquierda, critiqué la idea básica de distinguir entre libertades personales y económicas. ¿No existe acaso una sola libertad, sin adjetivos? Sin embargo, pensándolo mejor, me doy cuenta de que esta crítica ignora el hecho de que, nos guste o no, los políticos y la gente en general realizan continuamente esa distinción, y en la práctica es determinante para posicionarnos de una manera inteligible.
En otra entrada posterior llegué incluso a proponer un esquema distinto, en el que habría un eje que mediría la mayor o menor simpatía por la libertad individual, y otro basado en el dualismo modernidad-tradición. Sin embargo, aparte del hecho de que no supe dar con un procedimiento sencillo de puntuación, no creo ahora que mi propio esquema aporte nada esencialmente innovador. Mi intención era argumentar que es un error identificar completamente modernidad con libertad, que uno puede ser el mejor defensor de la libertad en tanto en cuanto defiende determinadas instituciones o valores tradicionales. Pero en realidad, el Political Quiz no prejuzga esto. Como habrán advertido, no incluye ninguna pregunta sobre, por ejemplo, el aborto, lo cual obligaría a plantear nuestra posición frente a este tema como si fuera una cuestión de mayor o menor compromiso con la libertad personal, cosa que para mí no es en absoluto.
Del mismo modo, al evitar las cuestiones referentes a la seguridad y la política exterior, los autores del diagrama admiten implícitamente que acaso no sea tan evidente como suele darse a entender que la posición conservadora típica sobre estos temas debe interpretarse como recelosa de las libertades personales. Por plantearlo sin circunloquios: ¿Guantánamo representa un retroceso en las libertades individuales o es más bien la única manera de protegerlas eficazmente frente a la amenaza islamista? No pretendo que exista una respuesta sencilla y definitiva a ésta y otras preguntas semejantes. Habrá casos en que el Estado se extralimitará, y otros en los que sería suicida un excesivo garantismo. Seguramente será inevitable que cometamos errores, pues el único método infalible para saber qué es lo más conveniente para la causa de la libertad sería conocer el futuro, es decir, las consecuencias a largo plazo que comportarán las decisiones políticas.
Esta es la razón por la cual dije antes que, intuitivamente, me veo algo más situado hacia la derecha conservadora de lo que lo hace mi puntuación. Con buen criterio, los autores del diagrama han evitado aquellas preguntas directas cuya sóla inclusión podría sugerir una toma de partido en la discusión sobre si ciertas opiniones o actitudes son coherentes con el ideario liberal o no. La simplificación y acaso una cierta imprecisión ha sido el precio pagado por la neutralidad. Pero pese a sus inevitables imperfecciones, creo que cualquiera que analice el Political Quiz, ya no volverá a caer en el burdo esquema tradicional del "espectro político". O sea, sin ir más lejos, no podrá escuchar sin ruborizarse esas memeces pronunciadas por algunos dirigentes del PSOE sobre la "derecha extrema".