Declaraciones de Interior, a las pocas horas del asesinato del brigada Luis Conde: "ETA está más débil que nunca". Desde que tengo uso de razón (y voy ya por los cuarenta) vengo oyendo que la organización terrorista se encuentra en los "estertores finales"; que su fin está cerca; que todavía podrá causar daño, sí, pero en realidad está "acabada". Comprenderán que no pueda evitar sentirme sumamante escéptico ante esta retórica. Al igual que con otro recurso también muy utilizado, el de que "matar es fácil", y su variante "ETA actúa de la única manera que sabe, que es matar".
Desgraciadamente, ETA sabe hacer muchas más cosas aparte de matar, como por ejemplo: Financiarse mediante la extorsión y todo tipo de argucias jurídicas y societarias, robar explosivos y sus componentes tanto en Francia como en España, falsificar matrículas, encriptar los discos duros de sus ordenadores, etc etc. Matar puede que sea fácil, pero la infraestructura necesaria para poder seguir matando durante décadas, en cualquier punto de España, no es ninguna tontería.
Se replicará que las autoridades, al pronosticar el inminente fin de ETA, tratan de desmoralizar a su base social, pero el éxito de esta estrategia a la vista está que ha sido nulo. El problema es que tras ese discurso banalizador del mal late una idea terrible: la de que no se puede hacer nada por erradicarlo de una vez por todas.
¿Qué logran los políticos dados a promover la resignación bajo la apariencia de su triunfalismo fatuo? Evidentemente, desembarazarse de la responsabilidad que implicaría adoptar las decisiones drásticas que requiere acabar con ETA. Aznar inició el camino correcto, promulgando una legislación específica para que los asesinos no pudieran aprovecharse del sistema democrático, entre otras medidas cruciales. En cuatro años más creo que hubiera logrado acabar -esta vez de verdad- con ETA. Pero el 11-M oportunamente dio al traste con este proyecto.
Así que seguiremos escuchando el anuncio del fin de ETA durante mucho tiempo, gracias a Zapatero.