El gobierno autonómico catalán ha planteado de nuevo el debate sobre la castración química para los violadores. El problema evidente de esta medida es que no existe ninguna garantía de que un violador siga observando el tratamiento hormonal fuera de la cárcel. Sin embargo, la abogada y psicóloga María José Varela (en la foto) no la ha criticado por esto, sino porque asegura que el deseo sexual no es lo que principalmente mueve a los violadores, sino "la voluntad de humillar a una mujer". Es decir, rechaza el factor de tipo biológico, para así poder culpar exclusivamente a la cultura y la sociedad "machistas". Esto ilustra a la perfección lo que intenté explicar en una entrada anterior.
No pretendo, naturalmente, negar la competencia y la brillante labor de María José Varela en defensa de las víctimas de agresiones sexuales y de violencia doméstica. Pero sus palabras no dejan de contener un prejuicio ideológico que a la larga no va a ayudar a esas víctimas. Si se descarta la castración (química o, mejor aún, quirúrgica), si se descarta la cadena perpetua (pues choca con el sacrosanto concepto de la reeducación, cuyo origen se encuentra, precisamente, en la idea de que el origen del delito es sociocultural, no genético), descartada cualquier recomendación preventiva que pueda interpretarse como una limitación de la libertad femenina ¿qué es lo que queda? ¿Educación sexual a edades cada vez más precoces -como propone al parecer Obama- para que los violadores sean también más precoces?
Mientras los violadores y maltratadores sean considerados un mero producto de la "cultura machista", los psicólogos, juristas y políticos no estarán defendiendo con eficacia a las mujeres. Pero, claro, así ellas continuarán creyendo necesitar a los progres justicieros.