Uno de los fenómenos políticos más notables de los últimos años es la emergencia de partidos que podríamos llamar monotemáticos, es decir, que basan su discurso en un único tema, dejando en segundo plano, si no en la ambigüedad, su visión general de la sociedad. Me estoy refiriendo no sólo a UPyD o a Ciudadanos, sino también a formaciones como Alternativa Española o Plataforma per Catalunya, que se suelen despachar, quizá demasiado fácilmente, como de extrema derecha.
La característica esencial de estas formaciones, en efecto, es que se han especializado en hacer frente por separado a cada una de las amenazas más graves que hoy se ciernen sobre las sociedades libres, que son los nacionalismos, el relativismo y el islamismo.
Ahora bien, alguien dijo que la diferencia entre un hombre con convicciones y un fanático es que el primero no está dispuesto a cambiar de idea, mientras que el segundo no quiere cambiar de tema.
Al focalizar nuestro interés en un solo problema, por importante que sea, corremos el riesgo de minusvalorar la gravedad de los otros, y por tanto de olvidar lo que pueden tener en común, esto es, la verdadera razón por la cual vale la pena enfrentarnos a dicho problema.
Los partidos que he citado (tanto los de izquierda como los de derecha) coinciden en defender de manera más o menos vaga, pero inconfundible, la intervención de los poderes públicos en la economía, con lo cual su eventual utilización del lenguaje liberal de defensa de los derechos individuales no escapa a la sospecha de oportunista. De la misma manera que a la derecha se la acusa con frecuencia de que su liberalismo sólo lo es "de cintura para arriba", tenemos derecho a cuestionar las verdaderas motivaciones de partidos que invocan la libertad en determinados ámbitos, mientras que en otros optan por favorecer el Estado paternalista.
Un partido que defienda coherentemente la libertad, se opondrá por igual a toda forma de colectivismo (como lo son el islamismo y los nacionalismos) y al estatismo inherente al laicismo agresivo, que convierte al Estado en la fuente última de valores. Mientras el PP no se decida a ser ese partido, los partidos monotemáticos se beneficiarán de ello. La libertad, me temo que no tanto.