¿Cuál es el problema de que la temperatura media del planeta aumente unas décimas de grados? A las televisiones les encanta achacar todo tipo de inclemencias meteorológicas, extinciones de especies, la desertización o incluso la expansión de epidemias tropicales al cambio climático. Pero si tenemos en cuenta la complejidad de factores que están en juego, no es tan sencillo establecer una relación causal simple entre la temperatura y estos fenómenos. Incluso aunque existiera, deberíamos tener en cuenta, para una justa valoración, las consecuencias indudablemente benéficas que tendría el hecho de que las latitudes septentrionales gozaran de un clima más benigno, de que pudieran reducir su consumo energético en invierno o incrementar su producción agrícola. Tal vez el balance global sería favorable, o por lo menos mucho menos catastrófico que como nos lo pintan.
Ahora bien, los predicadores del apocalipsis creen contar con una baza decisiva, que como es sabido consiste en la predicción de una subida del nivel del mar a consecuencia del deshielo de los casquetes polares, que podría sumergir bajo las aguas gran parte de las zonas costeras hoy densamente pobladas. Pero ¿cuál es la probabilidad de que esto suceda realmente?
En primer lugar, hay que señalar que un aumento de la temperatura global media no implica necesariamente un aumento de la temperatura en las regiones polares. De hecho, el propio informe del IPCC, que pasa por ser la doctrina oficial sobre el tema (aunque sobre esto habría mucho que hablar), reconoce que la mayor parte de la Antártida -que supone el 85 % de la superficie de hielo del planeta- no se está calentando, e incluso que podría enfriarse más en el futuro. En cuanto al hemisferio norte, la fusión del océano Ártico no tendría consecuencias directas sobre el nivel del mar porque se trata de hielo flotante, cuyo volumen sumergido es igual al del agua que desaloja. Por tanto, sólo deberíamos preocuparnos básicamente de Groenlandia. Efectivamente, si se fundiera todo el hielo de esta enorme isla, el nivel del mar ascendería unos 7 metros. No sería el fin del mundo, pero ciertamente, si el proceso fuese demasiado rápido podría tener efectos catastróficos para la economía y algunas poblaciones costeras. Ahora bien, según el citado informe, un deshielo total de Groenlandia llevaría miles de años, y en todo caso la subida del nivel del mar para finales de siglo sería inferior a unos 60 cm. Nada que justifique el alarmismo histérico que transmiten algunos.
Es más, incluso esta previsión podría estar completamente equivocada. Toda la teoría del calentamiento global se basa en la extrapolación al futuro de mediciones de temperatura pasadas. Incluso si dejamos de lado que las observaciones más recientes parecen apuntar a una inflexión de la tendencia, los datos por sí solos no demuestran la validez de ninguna predicción en un sistema tan complejo como el del clima. Para ello se requiere un modelo teórico contrastado, es decir, uno cuyas predicciones ya hubieran resultado acertadas en ocasiones anteriores, o dicho más exactamente, superiores en su ajuste a la realidad a las de otros modelos explicativos rivales. Claramente, la teoría del CO2 emitido por el hombre como causa del calentamiento no es ese modelo, se trata sólo de una hipótesis pendiente de contrastación, y por supuesto no la única. Otras teorías por ejemplo consideran esencial el factor de las variaciones en la radiación solar, e incluso sugieren que el futuro próximo tal vez nos depare un enfriamiento, no un calentamiento.
Una posible objeción a estas reflexiones podría ser más o menos la siguiente: Bien, de acuerdo, quizá sea todo tan incierto como dices, pero ¿y si el error de las predicciones consistiera en realidad en que se quedaran cortas? ¿Y si por una acumulación de factores el ritmo del deshielo fuera exponencial? Quizá -se nos podría decir- valdría más no arriesgarnos y apoyar las costosas políticas encaminadas a la reducción del CO2. Por si acaso. El argumento parece atendible. Quizás podría dar lugar a un debate interesante. El problema es que los ecoalarmistas no son tan honestos. Ellos prefieren dar pábulo a las previsiones más catastrofistas, a fin de que entreguemos a los gobiernos todavía más poder y recursos para intervenir en la sociedad. ¡Qué mejor pretexto podían haber hallado que la salvación del planeta! Y los medios de comunicación son los principales culpables; más papistas que el Papa (o que el IPCC, en este caso), siguen empeñándose en publicar titulares de ciencia-ficción cada vez que se produce el deshielo estacional en el Ártico, o se separa alguna masa helada de la pequeña parte de la Antártida (continente mucho mayor que Europa) en la cual se ha observado un aumento de la temperatura.
De todos modos, el argumento de "por si acaso" debería precisarse. Y sobre todo, debería incorporar el coste para los países más pobres, mensurable en vidas humanas, de la disminución del crecimiento económico mundial derivada del Protocolo de Kioto. ¿Causará más víctimas una hipotética elevación del mar de varios centímetros que una contracción de la economía de aquellos países con parte de su población en el límite de la subsistencia?
Quienes tachan de "negacionistas" a los que cuestionan el histerismo climático, sugiriendo sutilmente que son una especie de criminales contra la humanidad, quizás podrían tener -terrible ironía- una responsabilidad mucho más grave en sus desdichas futuras.