Una de las cosas que me produce más hastío es cuando la oposición exige la comparecencia del jefe de gobierno o ministro que sea -o cuando reclama "explicaciones". Invariablemente, siempre pienso: ¡No, por favor, que no comparezca, que no nos torturen con sus "explicaciones"! El colmo es ya cuando el propio gobernante "sopesa [¡amenaza!] comparecer".
Exigir explicaciones a los gobernantes es caer en el ritualismo más gris y burocratizado de la política. Es un aburrimiento mortal. Los que estamos hartos del gobierno, sea cual sea, lo último que queremos es escuchar por enésima vez sus mentiras y sus memeces. Mucho menos queremos que, como suele decirse, la pelota esté en el tejado del gobierno (es decir, la oposición tenga que estar callada, esperando ver qué hace el adversario) y encima se permita a los dirigentes que se tomen su tiempo para prepararse mejor sus intervenciones.
La única oposición que me podré tomar en serio es aquella que ya ha dado por imposible hace tiempo al gobierno, que pasa de él y se dirige directamente a los ciudadanos, la que da ella las explicaciones y no ve otra solución que el cambio de gobernantes. Todas esas mandangas de oposición "leal", "responsable" o "constructiva", todo eso de proponerle al gobierno (¡en lugar de a los ciudadanos!) las medidas que debe tomar para reducir la duración de la crisis, refleja a una clase política que sólo aspira a gobernar, y que cuando lo haga no quiere tener una oposición demasiado incómoda, sino que sea también "responsable". Una oposición, en suma, que no aspira a cambiar realmente las cosas.
Empiezo a estar harto de tanto fair play, cuando el país se está yendo al carajo.
Ah, y por mí ZP se puede quedar en Doñana todo el año.