El señor Foix escribe en La Vanguardia sobre el "absurdo" de la división de la península de Corea. Ciertamente, es una forma de verlo. No es difícil captar el lado absurdo de toda frontera, la mera existencia de pasaportes, visados y aranceles; que los seres humanos se limiten a sí mismos su libertad de movimiento sobre la superficie de la Tierra, al tiempo que los medios de comunicación y de transporte son cada vez más veloces y accesibles.
Pero ¿realmente esa es la cuestión de fondo en este caso? Ingenuamente, yo tendía a pensar que lo terrible y dramático es que millones de coreanos estén condenados al hambre y la esclavitud bajo la bota de un régimen comunista criminal -quizás el más cruelmente despótico que se conoce. La división de Corea en dos Estados es, o eso pensaba yo, una consecuencia absolutamente secundaria de lo anterior.
Cierto que el señor Foix alude de pasada al régimen dictatorial de Corea del Norte y a las vicisitudes por las que atraviesan sus habitantes. Pero el enfoque de su artículo, una olímpica meditación sobre el surrealismo de ese pasillo desmilitarizado a lo largo del paralelo 38, equivale a adoptar algo demasiado parecido a una imposible equidistancia entre un sistema democrático y otro profundamente inhumano, por mucho que sepamos que no es la intención del autor.
Claro que sabemos que el señor Foix no simpatiza lo más mínimo con Pyongyang. Es más, sospecho que en realidad, su artículo en el fondo quiere ser una condena del régimen comunista, sí, aunque no lo parezca. El problema es ese, que en su prurito de eludir "maniqueísmos" -de mimetizarse con el paisaje antiamericano, antioccidental y anticapitalista para no ofender a nadie- su crítica del peor infierno socialista existente hoy sobre la Tierra pasa tan desapercibida, resulta tan discreta, que en un congreso del Partido Comunista el señor Foix seguramente no sería mal recibido. A lo mejor incluso aunque fuera el de Corea del Norte.
Puede estar tranquilo, señor Foix: No hay peligro de que le confundan ni remotamente con Jiménez Losantos o algún otro exaltado de Red Liberal. Objetivo cumplido.