El presidente ruso Medvédev asegura que el escudo antimisiles que Estados Unidos pretende instalar en Polonia, "va dirigido contra Rusia".
Un escudo es, por definición, un arma puramente defensiva, que no está concebido para atacar a nadie, sino para repeler una agresión. En el caso particular de un escudo antimisiles, se supone que su objetivo es destruir los misiles lanzados por un país agresor, antes de que puedan impactar en sus blancos. Por tanto, conceptualmente es absurdo decir que un sistema defensivo está dirigido contra alguien. Es como si los lobos protestaran porque los erizos ostentan sus irritantes púas contra ellos.
¿Qué problema puede tener el Estado ruso con que se instale un sistema antimisiles en un país vecino, si jamás piensa atacarlo o intimidarlo con su potencia nuclear?
Al hilo de este interrogante, existe un sentido en el que los rusos tienen razón. Yo no me creo que el escudo antimisiles sólo vaya a servir para prevenir un hipotético ataque de un Irán en posesión de armas nucleares. Es evidente que Bush aprovecha para matar dos pájaros de un tiro, y aunque Moscú ha dejado de ser el gran enemigo de la guerra fría, tampoco podemos decir que se trate de una potencia muy de fiar. Rusia sigue siendo una inquietante anomalía, tanto por la precariedad de su democracia (que es más bien una mafiocracia), como por la inestabilidad de sus territorios fronterizos.
Por eso, el acuerdo entre Estados Unidos y Polonia debe ser saludado con agrado por toda Europa. Esté pensado como una protección frente a las hienas del desierto, o frente a los lobos de las estepas -o lo que es más probable, frente a ambos, sólo puede molestar a los borregos que creen que a ellos nunca se los van a comer, así como a los papagayos del "no a la guerra, no a la guerra" que estos días de conflicto caucásico infestan... las playas.