El candidato socialista, Pérez Rubalcaba, lo ha dicho. Quiere subvencionar (¡textual!) el empleo. Y también que baje más (aún más) el precio del dinero. Pasemos ahora por alto que son precisamente los tipos artificialmente bajos, establecidos por las autoridades monetarias, uno de los desencadenantes de la crisis económica mundial. Lo de subvencionar el empleo me ha llegado al alma. Estos tíos, los socialistas, son incapaces de imaginar que exista vida más allá de los presupuestos estatales. Ya lo sabíamos. Pero que lo manifiesten con semejante candidez (aunque aplicada al sujeto en cuestión no sea la palabra más indicada) resulta conmovedor. Definitivamente, no tienen cura. Incluso un drogadicto llega a ser consciente de que la droga lo está matando, aun cuando sea incapaz de alejarse de ella. Pero los dirigentes del PSOE son capaces de llevar a un país a la quiebra a base de gasto público, y todavía te dirán que el problema es que no se gasta lo suficiente.
Dejémonos de bromas. Son un peligro público. Apelan a lo peor que hay en la gente, al gratis total, a la carencia de responsabilidades, a los sentimientos de envidia, al odio de clases (si es que algo así existe todavía) y al odio de sexos. Engañan a la gente, sí, pero solo a aquellos que quieren dejarse engañar, a todos aquellos millones de personas que prefieren vivir en una mentira llamada "derechos sociales" antes que tomar el destino en sus manos. Y también a todos aquellos que desde sus situaciones personales más o menos acomodadas se gustan a sí mismos adoptando la pose de izquierdistas biempensantes.
Un sujeto que dice que la solución al desempleo es subvencionarlo, o bien es un completo imbécil, o bien es que carece del menor escrúpulo. Creo que Rubalcaba es menos inteligente de lo que pregonan algunos, pero desde luego no me parece idiota. Por tanto, necesariamente no puedo evitar pensar que es capaz de decir cualquier cosa con tal de arañar un puñado de votos. Con todo, es de agradecer que opte por un discurso clásico de izquierdas. Ya que el PP opta por evitar meterse en honduras ideológicas, como de costumbre, basta con escuchar a Rubalcaba para obtener, aunque sea en negativo, el discurso que realmente le conviene a España. Si el gobierno que salga del 20-N hace todo lo contrario de lo que defiende Rubalcaba, o por lo menos lo intenta, hay esperanza. Saber por dónde no debemos ir ya es un progreso.