Partamos de una consideración previa: Una organización terrorista no puede comunicar su disolución, porque si lo hace, es que todavía existe, y si ya está disuelta nadie puede hablar, en rigor, en su nombre. Mientras conserve una mínima capacidad criminal, ETA no se va a rendir sin condiciones. Bien mirado, y dejando de lado las consideraciones morales (que son precisamente las que por definición no tienen en cuenta los terroristas), sería del género tonto. ¿Por qué no utilizar la fuerza, o la amenaza de la fuerza, si con ello aún puedes obtener algo a cambio, y la moral es para ti un cuento de viejas? Por el contrario, suponiendo que ETA estuviera derrotada, con prácticamente todos sus miembros detenidos, encarcelados o muertos, un comunicado de abandono de la "actividad armada" sería en realidad un chiste, un acto superfluo.
Ningún comunicado de ETA puede tomarse en sí mismo como una buena noticia, porque lo único que realmente demuestra es que ETA sigue siendo una amenaza, cosa que por lo demás ya sabíamos. No es demasiado alivio que quien nos perdona la vida siga conservando las pistolas que le permiten cambiar de opinión en cualquier momento. Y máxime cuando la experiencia demuestra que ETA ya ha "abandonado" la lucha armada muchas veces antes, como el fumador que asegura que no tiene dificultad alguna en dejar el tabaco porque lo ha hecho ya en una docena de ocasiones.
La razón por la cual muchos han reaccionado alborozados ante el comunicado de ETA no es por el empleo de la palabra "definitivo", después de que en el pasado la organización criminal utilizara otros adjetivos, como "indefinido" o "permanente". En todos los casos, se sobreentiende la cláusula "hasta que deje de serlo." Es más, el comunicado no solo no muestra el menor arrepentimiento por el uso de la violencia (todo lo contrario, rinde homenaje a quienes la han utilizado), sino que abre la puerta a retomarla en caso de que los gobiernos español y francés no se avengan a solucionar el "conflicto" de acuerdo con las directrices etarras. Más que una declaración de paz, el breve comunicado de ETA es una clara amenaza dirigida, sobre todo, al gobierno que surgirá de las elecciones del 20-N.
En realidad, el comunicado no tendría el menor interés, sería uno más de tantos que demostraron ser un engaño, si no fuera por las declaraciones de Zapatero (pronunciadas una hora después de la escenificación de los encapuchados), seguido de las de Rubalcaba y de los titulares de las ediciones digital e impresa de El País y otros medios de la izquierda. Es cuando el gobierno y sus terminales mediáticas adoptan, con perfecta coordinación, una solemne perspectiva histórica, que el anuncio de ETA se convierte (o eso pretenden que creamos) en un anuncio de su final. "Durante muchos años... hemos sufrido y combatido el terror" (ZP); "[el anuncio] pone fin a décadas de acciones terroristas" (Rubalcaba); "la banda terrorista ETA pone fin a 43 años de terror" (El País) .
He dicho coordinación, y no me refiero solo a la del gobierno con sus medios afines, sino a la de todos ellos con la propia ETA. Solo las palabras del presidente del gobierno, del candidato socialista y de su periódico de campaña podían conferir al papelucho de los terroristas ya no credibilidad, sino una significación que por su mero contenido no se le puede atribuir. En ningún lugar dice que el "cese de la actividad armada" sea sin condiciones, en ninguna línea hay algún giro, alguna expresión que lo diferencie de otros comunicados anteriores. Incluso es más discreto que aquel de 1998 donde los encapuchados afirmaban que aquella "generación" no volvería a tomar las armas. A los cuatro meses se comprobó que las generaciones de las ratas se suceden con mucha mayor rapidez que las de los hombres.
Tenemos, pues un comunicado conjunto Gobierno-El País-ETA. Alguno añadirá también a la oposición. Desde luego, no envidio el papelón de Mariano Rajoy, pero creo que ha actuado con bastante inteligencia para eludir la entente izquierda-ETA. El líder del PP no puede regalarle al PSOE la campaña ideal, tiene que morderse la lengua y no expresar lo que pensamos muchos, empezando por la gran mayoría de sus votantes: que todo esto es una farsa repugnante, producto de la negociación política con ETA. Si ahora manifestara Rajoy algo así, la maquinaria socialista exultaría de felicidad. Estaría hasta el 20-N acusando a Rajoy de sabotear la "paz", de ser un miserable que se niega a reconocer el gran éxito del genial Rubalcaba. Emponzoñaría el ambiente hasta el delirio, con la entusiasta colaboración de los nacionalistas catalanes y vascos, a fin de evitar una mayoría absoluta del PP. Hace bien, pues, Rajoy, esquivando una trampa tan burda.
Lo importante aquí, lo que no hemos de perder de vista, son los objetivos de la izquierda y de los terroristas. Uno inmediato es insuflar unos cuantos votos a un PSOE en sus horas más bajas. Se nos venderá la "paz" como el gran logro de Zapatero y Rubalcaba. Otro es que el brazo político de los terroristas obtenga la mayor representación posible en el parlamento. Y el más vil de todos ellos es condicionar la política del partido que previsiblemente saldrá elegido en los comicios de noviembre.
Si ETA vuelve a cometer atentados bajo un gobierno del PP, no les quepa la menor duda de que oiremos a los miserables de siempre culpar de ello no a los que pegan tiros, ponen bombas o extorsionan, sino a "la derecha". Volverán los eternos tontos útiles, junto a los cínicos más redomados, a clamar por el "diálogo", y el jefe de Estado que nos ha tocado soportar volverá a pedir "la unidad de los demócratas", es decir, que la derecha le dé la razón a la izquierda y anuncie el cese definitivo de su actividad.