Lo que más me sorprendió, de todos modos, no fueron las dotes proféticas de Rajoy, sino que la TeleZapatero por excelencia, o sea, La Uno, lo entrevistara. No perdamos de vista que un partido de la selección, incluso un viernes por la noche, inicio de un puente, arrastra a una considerable audiencia. ¿Síntoma de la descomposición incipiente del régimen zapaterino? Tanto no creo, pero hay que reconocer que el dirigente del Partido Popular ha estado hábil.
Me gustaría conocer la reacción de Federico Jiménez Losantos, no sé si el lunes que viene hablará de ello. Supongo que dirá que el político gallego es un gafe, pues por su culpa España no metió más de tres goles. ¡Debería haberse mojado con un 5-1, como mínimo! En serio, me parece que la manía que Losantos le profesa a Rajoy se ha convertido ya en algo mecánico, en una especie de reflejo condicionado. Que Rajoy no va a Melilla: es un blando. Que sí que va: lo hace demasiado tarde. Que Rajoy dice claramente que está contra la huelga general, antes y después de dicha huelga: Bah, no lo ha dicho el día de la huelga. Que Mariano no critica lo suficiente al gobierno: Se conforma con heredar el poder. Que sí que lo critica: Pero no expone cuáles son sus soluciones. Que sí que las ha expuesto, en más de una ocasión: Bah, son generalidades que apenas comprometen a nada.
En suma, Federico emitió su sentencia sobre Rajoy después del Congreso de Valencia, y de ahí ya nadie lo saca, haga lo que haga el compostelano. Muchos hemos sido sumamente críticos con Rajoy. A los pocos minutos de conocerse los resultados de las últimas elecciones generales, en las que resultó reelegido por nuestros pecados Zapatero, creo que fui el primero que defendió un cambio en el liderazgo del PP, y aposté concretamante por Esperanza Aguirre. Tras haber votado en dos ocasiones a Mariano Rajoy, el infausto 14-M y de nuevo cuatro años más tarde, había llegado a la conclusión de que este hombre era incapaz de ganar. Y mi diagnóstico era básicamente coincidente con el de Jiménez Losantos, que una derecha que se avergüenza de su nombre y sus principios, se ha rendido antes de empezar la campaña electoral.
Sin embargo, parece que las cosas están cambiando. Las encuestas adjudican al PP una ventaja de hasta catorce puntos sobre el PSOE, e incluso se habla de victorias en feudos históricos de los socialistas, como Andalucía. Rajoy sigue sin ser la reencarnación de Ronald Reagan, estamos de acuerdo, ni tampoco guarda mucho parecido con George Clooney, que la belleza exterior, como diría un cursi, algo ayuda. Pero todo indica que va a ganar las próximas elecciones. Más aún: Es vital que las gane, porque el socialismo ha demostrado una vez más su carácter ruinoso, y sólo la derecha relativamente liberal es capaz de salvarnos de la quiebra total.
Si a esto añadimos que, cuando podía haberlo intentado, Esperanza Aguirre prefirió el pájaro en mano de la presidencia de la Comunidad de Madrid que los ciento volando de disputarle a Rajoy la dirección del PP, la conclusión es que tampoco tenemos un líder de recambio. Al final, la presidenta madrileña tampoco ha tenido esa audacia que tantos encuentran a faltar en el sucesor nombrado por Aznar.
A Zapatero lo empiezan a cuestionar incluso dentro de su propio partido, algo impensable cuando gobernaban González o Aznar. Incluso aunque el PSOE cambiara de candidato, se trataría de una maniobra desesperada, que no le garantizaría el triunfo. A fin de cuentas, sería un reconocimiento del fracaso. Por tanto, el argumento de que con Rajoy no se puede desbancar al PSOE del poder, ya no es válido. Probablemente, será el próximo presidente del gobierno. Tiempo habrá entonces de criticarle, si nos defrauda. A mí desde luego lo que me gusta es criticar al gobierno, no a la oposición. Y menos todavía me gusta criticar a Federico, a quien la derecha liberal debe tanto. Así que, como decían los inolvidables Tip y Coll, "mañana hablaremos del gobierno".