En español decimos Francia, no La France, y decimos Inglaterra, no England. Lo mismo sucede con los nombres de muchas ciudades, como por ejemplo: Londres/London, Bruselas/Brussels/Bruxelles, Munich/München, Ginebra/Genève, Basilea/Basel, Oporto/Porto, Nápoles/Napoli, etc.
Creo que todos estamos de acuerdo en que sería ridículo exigir a franceses o ingleses que en sus lenguas tuvieran que decir y escribir España, en lugar de sus equivalencias respectivas, L'Espagne y Spain, de inveterado uso. Como ridículo sería lo recíproco, que nosotros nos comprometiéramos a desterrar nuestras castellanizaciones tradicionales de nombres europeos o de otros continentes.
Igualmente aborrecible me parece la actual corrección política nacionalista de muchos medios que, en castellano, escriben Catalunya, en lugar de Cataluña, o escriben y pronuncian Lleida en lugar del Lérida de toda la vida, o Girona en lugar de Gerona, A Coruña en lugar de La Coruña, etc, como si las seculares versiones castellanas de estos nombres tuvieran un carácter imperialista o franquista, qué sé yo la tontería que albergan algunos en la cabeza.
No me sirve el argumento de que catalán, gallego y vascuence son también lenguas oficiales. Lo son, pero sólo en las comunidades respectivas y sin perjuicio obviamente de la oficialidad del castellano; no existe ninguna justificación formal para que en textos o piezas orales castellanas, en Madrid o en Barcelona, no se deban emplear las formas consagradas por el uso. De hecho, muchos que se empeñan en escribir Catalunya en castellano, como si la eñe les causara erupciones cutáneas, no tienen inconveniente en hablar de Catalonia cuando quieren hacer propaganda de su causa fuera de nuestras fronteras, ni tampoco he sabido de ninguna protesta por que los franceses se refieran a La Catalogne.
Nadie está diciendo que debamos llevar hasta sus últimas consecuencias la castellanización de nombres, ni yo abogo por una posición carpetovetónica de resucitar el "San Baudilio de Llobregat" en lugar de Sant Boi de Llobregat, o "San Cucufate del Vallés" en lugar de Sant Cugat del Vallès. Recuerdo al respecto también el intento casi heroico, pero un tanto esperpéntico, de algunos publicistas que hace unos años hablaban del tratado de "Mastrique", recordando de manera extemporánea viejas glorias imperiales... Aunque hay que reconocer que resulta más fácil de escribir para nosotros que Maastricht.
Estoy defendiendo todo lo contrario. Mi opinión es que el uso habitual, el más extendido y natural, debe estar por encima de unas normas de estilo artificiosas, basadas en criterios ideológicos, que hoy son preponderantemente de servilismo hacia los nacionalismos periféricos, pero que en determinados ámbitos pueden ser, por una comprensible reacción, todo lo contrario.
Lo mismo que digo del castellano, lo aplico al catalán. Hay quien se mosquea porque en catalán se escriba y pronuncie Saragossa (Zaragoza) o se refieran al nombre del rey como Joan Carles. Evidentemente, nadie pretende rebautizar la capital aragonesa ni al jefe del estado. Pero lo cierto es que en catalán suena absolutamente tan natural decir Saragossa o Joan Carles como en español nos suena Marsella (no Marseille) o la reina Isabel (no Elizabeth). No caigamos tampoco (e insisto, por un disculpable hartazgo ante los excesos del nacionalismo) en una especie de manía persecutoria ante la catalanización de nombres castellanos, realizada en su apropiado contexto sociolingüístico catalán. En contra de lo que pudiera parecer, y dicho sea de paso, mantener el nombre castellano del Borbón en un texto o conversación catalanes, es algo más estrictamente coherente con una óptica separatista que con el uso común, pues tiende a sugerir el carácter supuestamente ajeno a la cultura y la historia de Cataluña de quien siempre había ostentado el título de Conde de Barcelona, al menos hasta Don Juan.
En catalán, pues, lo correcto según criterios puramente lingüísticos, que son los únicos pertinentes en la gran mayoría de ocasiones, es escribir Espanya, como en castellano lo propio es Cataluña. Lamentablemente, en lengua catalana es muy raro leer o escuchar lo primero, porque la expresión bendecida por la ortodoxia nacionalprogresista es Estat espanyol o Estado español. Una forma burda, pero efectiva por su machaconería, de negar que España sea algo más que los ministerios, las comisarías y cuarteles, la Renfe y RTVE. Aunque me temo que, si Zapatero persevera en su labor destructiva del sector privado y de la nación, al final no acabará siendo del todo infundada.
P.S.: Acabo de publicar esta entrada cuando he recordado que hoy era el día de los referéndums independentistas en varias poblaciones catalanas. Si tengo tiempo, escribiré también hoy algo sobre la cuestión.