Esta mañana, en el programa de Luis del Pino en esRadio, Sin complejos (no me lo pierdo ni aunque anoche me acostara tarde por culpa de la dichosa cena de empresa), se ha emitido una entrevista a Pedro J. Ramírez en la cual, cómo no, se ha hablado del 11-M.
Pese a los defectos de El Mundo, que por lo demás son los de casi toda la prensa mundial (un servilismo patológico a la corrección político-climática), nunca podremos agradecer lo suficiente a este periódico su valiente y solitaria labor (aparte Libertad Digital y poco más) de investigación del peor atentado terrorista de nuestra historia.
Dicho esto, hoy se ha producido un interesante debate. Pedro J., preguntado por Luis del Pino sobre quién cree que está detrás del 11-M, ha respondido, como es normal, que no lo sabe. Pero acto seguido ha admitido que tiene muy presente la tesis de la participación de servicios secretos, españoles o no. (Todos pensamos en Marruecos, claro, aunque Pedro J. no lo nombre. Es también la teoría que sugiere uno de los primeros libros que se publicaron después del 11 de marzo, 11-M. La venganza, de Casimiro García-Abadillo.)
Es decir, para el director de El Mundo va cobrando fuerza, con la perspectiva que da el tiempo, la comparación entre el 11-M y el 23-F, caracterizado por la confluencia de distintas tramas, de las cuales sólo conocemos en realidad las secundarias o subordinadas. Luis del Pino, en cambio, no lo ve así. Para él, si el arma del crimen del 11-M no fue la que asume la sentencia del juez Gómez Bermúdez, entonces no tendría sentido implicar, aunque fuera en un papel de meros colaboradores o comparsas teledirigidos, a los magrebíes condenados.
Esquematicemos la cuestión desde un punto de vista lógico. Tenemos tres posibilidades:
1) El 11-M fue perpetrado por un grupo de delincuentes comunes radicalizados, tal como establece la sentencia, y no hay nada más que hablar, sin perjuicio de que pueda descubrirse la implicación de otros individuos en el futuro.
2) El 11-M fue perpetrado por X, con algún tipo de participación (como tapadera o como colaboración) de la trama magrebí, algunos de cuyos miembros han sido condenados. (Tesis sostenida por José María de Pablo en su libro La cuarta trama.)
3) El 11-M fue perpetrado por X, y posteriormente se le endosó la autoría a los magrebíes. Es la tesis hacia la que se inclina Federico Jiménez Losantos, a tenor de algunas de sus afirmaciones.
Obsérvese que mientras las posibilidades 1 y 3 son unívocas (los condenados por el 11-M son culpables o no lo son), la posibilidad 2 admite una gran variedad de grados de implicación, que van desde la plena colaboración activa de los magrebíes en la conspiración criminal, hasta que fueran objeto de una manipulación total por parte de X para encubrir la autoría intelectual e incluso -quizás- la material. En su forma más nítida, esta última posibilidad se confunde con la 3.
Lo único que en mi opinión está claro, es que la credibilidad de 1 ha quedado totalmente en entredicho, desde el momento en que sabemos que alguien se tomó muchas molestias para impedir que conociéramos el verdadero explosivo que estalló en los trenes.
Con todo, la posibilidad 1, en su formulación fuerte (que es la tesis de la fiscalía sobre la autoría de Al-Qaida, no recogida al final por la sentencia) ha vuelto a ser planteada por Fernando Reinares en un artículo, previo a la publicación de un libro sobre el 11-M, según el cual las relaciones entre Amer Azizi (muerto en 2005, en Pakistán, por el lanzamiento de un misil de la CIA) y algunos de los implicados en la masacre de Madrid, vendrían a probar la conexión de los atentados con Al-Qaida. Pero lo mismo podríamos decir (y aquí creo que Barcepundit se ha precipitado en su valoración del artículo, dicho sea desde la admiración por mi bloguero preferido) que las relaciones de algunos de los implicados con la policía y los servicios secretos prueban la conexión de estos con los atentados. O dicho de otra manera, una cosa no es incompatible con la otra. La verdad sobre el 11-M puede ser, en definitiva, mucho más compleja de lo que pensamos.
Lo esencial, en cualquier caso, es que, sea quien sea el autor del 11-M, consiguió lo que pretendía, manipular a la opinión pública para que se produjera un cambio de gobierno. Descubrir exactamente qué ocurrió, además de un imperativo elemental de justicia hacia las víctimas, sería posiblemente la única forma de curar a esa ciudadanía políticamente enferma, que pensó que los atentados fueron consecuencia del apoyo español a la ocupación de Iraq, y votó en función de ello. (Hay tan poca distancia de esto a pensar que nos los merecimos, que produce náuseas.)
En este sentido, Barcepundit, aunque por una vez no me parezca muy acertado, sí señala algo muy atendible: Incluso aunque el 11-M hubiera sido obra de Al-Qaida (cosa que sigo sin creerme), debería interpretarse por ello como una consecuencia no de la guerra de Iraq, sino de la no guerra de Zapatero y Obama, o sea, la de Afganistán. A fin de cuentas, ¿qué coño le importaba a Ben Laden la defensa de un régimen laico como el de Sadam Hussein, si no era para utilizar la guerra como arma ideológica contra los estúpidos occidentales acomplejados y progres, balando paaaaaaz?