miércoles, 16 de abril de 2008
Juguete roto
Siempre he sentido cierto recelo ante el Plan Hidrológico Nacional. Es que no puedo evitar palparme los bolsillos cada vez que algo se quiere justificar acudiendo a expresiones como solidaridad, interés general o bien común, y tanto la izquierda como la derecha sienten pasión por usarlas.
Nadie duda de la utilidad de las carreteras o de los pantanos. Pero para los habitantes de un pueblo condenado a ser anegado por las aguas, o para los propietarios cuyos terrenos se verán expropiados, el llamado interés general no deja de ser una curiosa forma de denominar a la desgracia que se ha abatido sobre ellos, se mire como se mire.
Uno de los supuestos fundamentales del PHN era que trataba de aprovechar aguas sobrantes que se desperdiciaban en el mar. Los habitantes del Delta del Ebro en general nunca aceptaron esa premisa. Ellos creen que por debajo de cierto caudal mínimo, la salinización del Delta será irreversible, lo que llevará a su desaparición, junto con todas las actividades económicas ligadas a su singular paisaje. Para ellos, el trasvase supone desequilibrar fatalmente la vieja lucha entre el Ebro y el Mediterráneo, a favor de este último.
No sé si este análisis es acertado o no. No soy un científico. Pero desde luego es la única argumentación seria en contra del PHN entre las muchas tonterías que llegaron a decirse.
A lo mejor es que tienden a caerme bien las gentes del Delta, con ese catalán tan sabroso que hablan, que parece valenciano, y esa gastronomía basada en los arroces y el pescado por la que no oculto mi devoción.
Sin embargo, aun suponiendo que tuvieran razón en sus temores, los naturales de las comarcas más meridionales de Cataluña se equivocaron fatalmente en su estrategia. Con tal de abortar el PHN, se echaron en manos de los socialistas y los ecologistas criptocomunistas, a los que les importaba un pimiento el Delta, los Monegros o cualquier otra consideración que no fuera desgastar al gobierno de Aznar. Pensaron que podrían utilizar las rivalidades políticas en su favor, pero los utilizados fueron ellos.
No han transcurrido ni dos meses desde que el PSOE ganara las elecciones habiendo prometido en su campaña electoral que no tocaría ni una gota de agua del Ebro, cuando ya ha decidido prolongar el actual trasvase a Tarragona hasta Barcelona, con una demanda hídrica muy superior a la de la vieja capital romana y su entorno. Y por si no fuera bastante con el engaño, a ello añaden la burla, negando lo evidente con eufemismos que por sí solos son denigrantes.
La Plataforma en Defensa del Ebro debería haber negociado con el gobierno del PP sobre la mejor forma de intentar reducir el impacto medioambiental sobre el Delta. De hecho, el PHN, que contaba con las subvenciones europeas, ya contemplaba inversiones considerables dedicadas a este capítulo. Pero prefirió una oposición frontal, y con ello sólo benefició a quienes en un futuro nada lejano les traicionarían vilmente. Una vez les han ayudado a conseguir el poder, han sido abandonados como un juguete roto. Al menos espero que la lección les aproveche. El día de mañana, que vuelvan a confiar en la izquierda.