Me sucede a menudo que cuando me dispongo a comprobar la presión de los neumáticos del coche, me encuentro con que el surtidor de aire de la gasolinera aparece adornado con el cartel de No funciona. Voy a otra, y el manómetro pierde aire por el tubo de goma. Al final, acabo desistiendo, ya los inflaré otro día, me digo.
En casos así te aconsejan que pidas el libro de reclamaciones, y a continuación pierdas un tiempo considerable con trámites administrativos que normalmente sólo puedes realizar durante el horario laboral, o bien encargar a un gestor. Aparte de esta actuación individual, desde las instancias que suelen tener voz en los medios de comunicación, se reclama a la administración mayor rigor y frecuencia en las inspecciones, sanciones más duras, etc.
Sin embargo, existe una solución más efectiva y sobre todo mucho menos costosa: Que los manómetros dejen de ser un servicio adicional obligatorio. Veríamos entonces que las estaciones de servicio se animarían a ofrecerlo por un módico coste, y por tanto con un incentivo real para mantener en un estado adecuado los dispositivos necesarios. Los consumidores, probablemente echando no más que una moneda de un euro, tendríamos la seguridad de poder inflar las ruedas en la primera gasolinera en la que nos detengamos, ahorrándonos tiempo y por tanto dinero consumido en la búsqueda de un puto manómetro que funcione, así como en trámites ante las oficinas de defensa del consumidor, y sobre todo en impuestos dedicados a sostener la burocracia del ministerio de industria que lleva aparejada la más mínima regulación (inspectores, administrativos, etc). Por no hablar de los pinchazos, reventones y accidentes que se evitarían de esta manera.
"Pues yo no pienso pagar un euro por inflar los neumáticos", replicarán muchos casi con toda seguridad. Respuesta: "Ya lo estás pagando, cenutrio, y encima te estafan."
Otro día hablaremos de la estafa de la sanidad, la estafa de la educación...