Un razonamiento aparentemente lógico puede jugarnos a veces malas pasadas. Daré tres ejemplos.
Uno. Arcadi Espada ha sugerido en su blog que la diputada Beatriz Escudero podría ser acusada de crimen contra la humanidad por criticar el aborto eugenésico (sic). Para el señor Espada, permitir que nazcan "hijos tontos, enfermos y peores" (sic) constituye un "particular diseño eugenésico". Pero eugenesia significa precisamente seleccionar el nacimiento de los "mejores", es decir, eliminar lisa y llanamente a los que no cumplen determinados criterios. La señora Escudero no propone eliminar a nadie, sino exactamente lo contrario. Es Arcadi Espada quien se muestra partidario de la doctrina de la eliminación. O bien flojea de etimologías, o bien de lógica.
Dos. Otra particular forma de lógica es la empleada por Luis I. Gómez en la entrada de su blog titulada "Aborto sí. Aborto no?" Según él, lo esencial no es la definición de ser humano, sino si A (el legislador) puede obligar a B (la madre) a destinar sus propios recursos fisiológicos y económicos al mantenimiento de C (el hijo que se está gestando en su vientre). Su respuesta es negativa. Pero de lo que no parece percatarse Luis es que, con ese argumento triunfalmente libertario, puede justificarse también el infanticidio de recién nacidos, y de niños hasta una edad que habría que determinar. Del "fuera de mi útero" al "fuera de mi bañera (donde puedo ahogar a mi bebé si me place)", no hay más que un paso estrictamente lógico, si es que de ser lógicos se trata.
En una sociedad perfectamente ácrata no habría coacción legal, esto es, no sería perseguible de oficio ni el aborto ni ningún otro crimen. Pero si admitimos (como hago yo) que alguna coacción legal es inevitable, la única cuestión que no podemos escamotear es precisamente esta: quién es un ser humano, sujeto del derecho inalienable a la vida.
Tres. El tercer ejemplo se debe al economista Juan Ramón Rallo, y también procede de su blog, donde defiende los vientres de alquiler. Afirma Rallo que la gestación es un proceso de por sí externalizable. Así como el padre externaliza la gestación en la madre (no se queda él embarazado, pese a aportar el 50 % del material genético), la madre también puede externalizar la gestación a otro vientre, por las razones que sean. Rallo incluso sugiere que no habrá ningún problema en utilizar úteros artificiales, cuando ello sea tecnológicamente posible.
Lo que Rallo olvida, obviamente, es que los seres humanos no son productos, como los televisores o los automóviles, no porque técnicamente no sea posible todavía fabricarlos en serie, sino porque el concepto de producto es por completo ajeno a la dignidad humana. Los vientres de alquiler plantean problemas éticos porque un bebé no es un muñeco cuyos costes de fabricación pueden abaratarse. No resolvemos la cuestión aplicando categorías económicas improcedentes, del mismo modo que no se resuelve el debate del aborto llamándolo "interrupción voluntaria del embarazo".
Pensar, como en los casos anteriores, que se trata de un tema de pura lógica revela el empleo de una lógica defectuosa, que pasa por alto justo lo esencial. ¿A usted le gustaría haber sido engendrado en el vientre de una persona anónima, distinta de su madre biológica? ¿Y si la respuesta es "no", debemos despacharla como un mero "prejuicio" sin más? ¿Cómo podemos estar seguros de que eliminando todo "prejuicio" que no casa con una lógica simplista no corremos el riesgo de deshumanizarnos en un camino sin retorno? Cuidado con los monstruos que producen los sueños de la lógica.