Las reacciones al atentado de Tucson, que ha causado seis muertos y varios heridos, entre ellos la congresista demócrata Grabrielle Giffords, se han ajustado al guión previsible en función de la tendencia ideológica de cada medio u opinante. A los progres, como enseguida advirtió Barcepundit, les faltó tiempo para acusar prácticamente al Tea Party y a Sarah Palin de instigadores de la matanza. Recomiendo seguir el blog citado para situar en su justo lugar las especulaciones que se están difundiendo estas primeras horas, a la espera de que las investigaciones policiales arrojen más luz sobre el asunto.
Con todo, creo que es interesante destacar el tratamiento de la noticia en determinados medios. Uno de los informativos de mayor audiencia, el Telediario de las 15 h. de la televisión pública, ha fijado la doctrina oficial, la que millones de espectadores distraídos a la hora de comer se habrán tragado sin asomo de crítica o de duda. La corresponsal en Estados Unidos ha señalado que el asesino material había manifestado en internet su odio contra las políticas de Obama; que la congresista Giffords era una política eminentemente progresista; que despertaba las iras del "movimiento ultraconservador Tea Party"... Por último han mostrado el dichoso mapa de los blancos de fusil utilizado por los republicanos en la pasada campaña. Acto seguido han complementado el reportaje con otro en recuerdo de matanzas como las del instituto Columbine, lo que les ha permitido referirse a la libertad de posesión de armas en Estados Unidos. En fin, cualquier persona cuya información no sea superior a la media habrá extraído las conclusiones adecuadas: Otro atentado de un derechista pirado en ese país de cow-boys donde cualquiera puede conseguir un arma.
El problema no es lo que se dice, seguramente cierto, sino lo que se omite. No nos dicen que además de estar probablemente contra Obama, el autor de la matanza tenía entre sus libros de cabecera Mi lucha de Adolf Hitler y el Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Que le gustaba quemar banderas de Estados Unidos y que había realizado declaraciones irreligiosas, como que "no confiaba en Dios", en alusión a la leyenda de los dólares, In God We Trust. Cosas todas ellas que no encajan con la ideología del Tea Party, que por lo demás es algo heterogénea (Desde libertarios hasta integristas religiosos). Tampoco dicen que los demócratas también habían difundido un mapa del país con dianas metafóricas en los Estados dominados por sus rivales republicanos. Ni que la ejemplar progresista Giffords había votado contra la demócrata Nancy Pelosi y era partidaria del derecho constitucional a la posesión de armas.
Naturalmente, en un reportaje de dos minutos no van a decirlo todo, pero es evidente que han seleccionado los hechos que más favorecen la lectura maniquea de progresistas buenos y conservadores malos. Esta es una técnica que en la sección internacional se utiliza sistemáticamente, pues confían -seguramente con razón- en que al PP sólo le preocupa el tratamiento de las noticias de política nacional. La ceguera de la derecha, efectivamente, es proverbial. No rechista lo más mínimo ante el sesgo izquierdista que domina las informaciones de la televisión pública sobre Estados Unidos, Oriente Medio, cultura, sociedad, etc, y se conforma con tener unos minutos en la crónica parlamentaria o en las campañas electorales. Luego no debería sorprendernos que en las encuestas, la mayoría de la gente se defina como de izquierda o centro-izquierda.
Más patético es cuando los medios teóricamente de centro-derecha se prestan a estas manipulaciones. Así, La Razón titula, citando al padre de la congresista: "El Tea Party era su enemigo", y añade con aviesa intención que Sarah Palin la había declarado "objetivo político". Hechos indudables, pero que claramente se presentan de modo que sugieren un contexto de crispación creado por los fanáticos ultraconservadores, en el cual no es casual que acaben sucediendo cosas tan lamentables como la matanza de Arizona. La Vanguardia, por su parte, tampoco escapa a la tentación del delicado juego de palabras: "Sarah Palin apuntaba hacia Giffords". A las 9.45 de la mañana, el diario barcelonés ya nos ofrecía prácticamente la explicación del crimen que anda investigando el FBI: "El ataque iba directamente contra la congresista Giffords por defender las reformas migratoria y sanitaria". Y qué decir de El Mundo: "Gabrielle Giffords, en el punto de mira del Tea Party". ¡Qué sutileza, qué ingenio metafórico!
Si los medios de derecha o centro-derecha se prestan estúpidamente a machacar al Tea Party (o sea, la derecha que es mu mala malísima) a las pocas horas de un crimen todavía por aclarar, no debe extrañarnos que la televisión del gobierno socialista y demás medios afines hagan lo mismo, apenas con una pizca más de descaro. Lo raro es que todavía quede gente que no se defina de izquierdas. Deben ser los mismos desvergonzados que reconocen estar más interesados en el fútbol que en los documentales sobre fauna.