Pero por otro lado, la elección de una fundación creada por una monarquía islámica de la península arábiga, no es la que me hubiera gustado. Atención con Qatar. Primero, un pariente del emir se convierte en dueño del Málaga Club de Fútbol. El mes pasado, en Tarragona, desde donde escribo, un grupo inversor, también catarí, ha comprado el nuevo puerto deportivo, Marina Port Tarraco. Y ahora, la camiseta del F. C. Barcelona.
Pienso además que Guardiola pierde mucho cuando habla de cuestiones extrafutbolísticas, y que sus palabras referentes a que la gente en Qatar tiene "todas las libertades del mundo, las que marca su gobierno" no hubieran desentonado dichas por cualquier Leire Pajín. Claro, también en Irán la gente tiene todas las libertades que marca su gobierno...
Por supuesto, Qatar no es Irán, precisamente. Para empezar, Qatar es el segundo país del mundo por poder adquisitivo de sus ciudadanos, después de Luxemburgo, según The Economist. (El mundo en cifras 2010, pág. 29; Irán ni siquiera aparece en este ranking, que incluye setenta países.) Pero es que Qatar tampoco es Arabia Saudita. La monarquía catarí es efectivamente bastante más liberal. Las mujeres no están obligadas a llevar velo. De hecho, la presidenta de la fundación, Mozah bint Nasser, es la esposa del emir de Qatar, una graduada en sociología considerada por Forbes como una de las cien mujeres más poderosas del mundo.
En cuanto a la libertad religiosa, según un informe de la administración estadounidense, está prohibido el proselitismo de religiones distintas de la musulmana, pero se tolera la práctica del catolicismo y la construcción de iglesias. No es para tirar cohetes, de acuerdo, pero imaginemos lo que cambiarían las relaciones entre Occidente y el islam si en lugar de con regímenes teocráticos y brutalmente dictatoriales, hubiéramos de vérnoslas con Estados moderadamente confesionales como Qatar. Después de todo, creo que podré acostumbrarme a la nueva camiseta de mi equipo.