Por primera vez en novecientos años Venecia tendrá una mujer gondolera, Giorgia Boscolo, una hija de gondolero que ha conseguido superar las estrictas pruebas requeridas para ejercer ese oficio. La noticia es curiosa por sí misma, sin duda, pero sobre todo por la interpretación feminista que, inevitablemente, han dado el alcalde de la ciudad de los canales y la gran mayoría de medios de comunicación.
Ante todo, debe decirse que no existía ninguna norma en vigor que prohibiera el acceso de las mujeres al oficio de gondolero, pues de lo contrario no se podrían presentar a los exámenes. Por tanto, decir, como ha hecho el alcalde veneciano, que se trata de "otro paso importante en la igualdad de géneros" es una perfecta bobada, porque no existía ninguna discriminación arbitraria e injusta, al menos en tiempos recientes, sino que sencillamente, ser gondolero requiere unas condiciones físicas que no suelen darse en mujeres en la misma proporción que en los hombres. (La góndola pesa unos quinientos quilos; véase aquí lo que dice el padre de Giorgia y otro gondolero sobre la fuerza física que requiere manejar una de estas embarcaciones.)
Se podrá replicar que, aun así, se trata de un éxito para las mujeres por lo que tiene de símbolo, de demostración de que están capacitadas para ejercer cualquier profesión. Pero en realidad, es exactamente lo contrario. Lo que demuestra la excepcionalidad del caso de Giorgia, es que hay profesiones en las que, estadísticamente, un sexo (a veces el masculino y a veces el femenino) predomina sobre otro, por meras razones psicofisiológicas, que no tienen nada que ver con la discriminación ni ninguna "secular opresión falocrática". Según El País, esta mujer habría conseguido algo tan importante como "reducir a añicos el tabú de que esa profesión era territorio exclusivo de los hombres." Esto es sencillamente ridículo, no había ningún tabú, ni aun pasando por alto el empleo incorrecto del término. Ni siquiera es exacto decir que se "rompe con la tradición"; no era una tradición, sino un hecho: Las mujeres se presentaban en contados casos a ese trabajo y las pocas que lo hacían no superaban las pruebas objetivas de admisión.
¿Será preciso explicar algo tan elemental? Una cosa es el derecho de las mujeres a ser gondoleras, astronautas, bomberas toreras o lo que les dé la gana, y otra muy distinta qué oficios prefieren o son técnicamente más adecuados, en términos generales, para ellas y ellos. Según tengo entendido (corríjaseme si estoy en un error), en el ejército israelí, donde tradicionalmente han servido las mujeres, éstas no suelen ocupar posiciones de alto riesgo en el frente de batalla. ¿Se trata de una discriminación intolerable, o más bien del reconocimiento de un resultado objetivo de la evolución biológica, por el cual el macho humano está más capacitado para el riesgo y la lucha, para bien y para mal? (También tenemos más accidentes de carretera, y mucha mayor probabilidad que las mujeres de acabar en la cárcel.)
Existen unos seiscientos gondoleros en Venecia, entre fijos y sustitutos. Pensar que el progreso consiste en que trescientos gondoleros sean mujeres y trescientos hombres, me parece una de esas supersticiones ideológicas que no por universalmente aceptadas, deja de ser menos idiota. Yo por el contrario creo que el progreso consistiría en que dejásemos de prestar atención a si en determinadas profesiones hay más hombres que mujeres, o al revés, porque la gran mayoría de la gente tuviera perfectamente clara la diferencia entre igualdad en derechos y uniformidad. Pero me temo que estamos lejos de eso.