Sr. Joan Saura Laporta, como máximo responsable político del Servei Català de Trànsit:
- Fraternalmente, me dirijo a Ud. con esta carta abierta para expresarle mi cabreo por la última multa con la que he sido sancionado. Mi infracción, calificada como "grave", ha consistido en conducir mi automóvil a 82,2 Km/h en lugar donde alguna señal (que no vi, aunque ya sé que ello no exime de su cumplimiento) autorizaba a un máximo de 70 Km/h.
- Imagino que Ud. estará orgulloso de evitar muchas muertes en la carretera, provocadas por la espantosa temeridad de viajar a 82,2 Km/h. Siento recordarle, con todo, que existen multitud de estudios que cuestionan la efectividad de los radares. Sin entrar en un debate a fondo, me pregunto si no apartar la vista del cuentakilómetros mejora realmente la conducción, o si por el contrario tendría mejores resultados permitir que el sentido común determine la velocidad más adecuada en función del tipo de vía y las circunstancias de tráfico y meteorología, sin perjuicio de que las conductas temerarias o imprudentes sean castigadas.
- Le diré lo que yo pienso. Ustedes, el tripartito compuesto por el PSC, ERC y ICV, no están preocupados verdaderamente por reducir la siniestralidad. Para ello, basta con los maquillajes estadísticos y con los efectos de la crisis económica, entre los que se incluye la reducción de desplazamientos.
- Lamentablemente, su verdadero objetivo no es otro que recaudar más, y que encima les aplaudamos por ello. Las muertes en carretera son el pretexto perfecto para esquilmar a los ciudadanos, que a las dificultades económicas que atravesamos debemos añadir sus incrementos de impuestos, tasas y sanciones, mientras ustedes siguen viajando en coche oficial, y a la velocidad que les da la gana, porque ningún agente de tráfico tendría cojones de multar a sus superiores.
- Sí, ya sé cuál es su argumento supremo. Que tienen la legitimidad de sus votantes, y que si no me gustan las actuales normas de tráfico, debería votar a un partido que incluya en su programa su abolición.
- Déjeme decirle, sin embargo, que los votos no autorizan al poder político a hacer cualquier cosa que se le antoje. Ustedes no pueden seguir parasitando a la sociedad porque una tercera parte de ella haya cometido el error de votarles, y parezca sufrir con gusto cualquier maltrato.
- En todo caso, admito que en mí no pierden un votante, porque nunca antes les he votado. Pero sí que seguiré haciendo todo lo posible para que les vote el menor número posible de ciudadanos en las próximas elecciones, en la modesta medida de mis posibilidades.
- Porque lo cierto es que cada vez hay más gente que está harta de su prepotencia, de sus abusos y de su fariseísmo.
- Únicamente me resta despedirme.