Dada su relativa extensión, trasvaso aquí mi último comentario a las réplicas de Pau (que agradezco) a mi reseña del manual Ciutadania (ver antecedentes en el post Un arma cargada de estupidez).
Me insistes en que la intención de la asignatura de Educación para la Ciudadanía es desarrollar el espíritu crítico. Yo no juzgo de intenciones, yo me baso en los contenidos que conozco, y desde mi punto de vista tienden a una especie de catequesis progresista, eso sí, en el lenguaje seráfico al uso de tirar la piedra y esconder la mano.
¿Desde cuándo una definición de la familia debe tener en cuenta lo que diga el BOE? ¿Hablamos de antropología o de qué hablamos?
En cuanto a los cuatro supuestos que atribuyes a los críticos con la Epc:
1) El gobierno es malísimo. Te repito que yo no juzgo intenciones, sino actos. Y nada temo más que los políticos cargados de buenas intenciones.
2) Los adolescentes son estúpidos. Aquí me tengo que extender (no, tranquila, no creo que lo sean), o sea que lo dejo para el final.
3) Los profesores podéis imponer vuestras ideas con gran facilidad. Pues quizás esto es exagerado, pero sí que creo que os encontráis en un lugar privilegiado para divulgar vuestra visión de las cosas.
4) Los profesores queréis imponer vuestras ideas. Pues es posible que muchos quieran y que otros sin querer lo hagan. Y que la mayoría de enseñantes cojean del pie izquierdo, vaya, mi experiencia ha sido claramente esa, sobre todo en secundaria. Y yo admiraba en general a mis profesores. A lo mejor es que yo sí era estúpido.
Esto me lleva a tu supuesto 2, sobre el que quiero decir algo que tal vez sorprenda.
¿Son idiotas los adolescentes? No lo creo, y tanto es así que pienso que en realidad, tal como está planteada la EpC, les hará más bien que mal. Puede parecer que me contradigo, pero te explico el por qué. Luchar contra las ideas establecidas atrae más a los jóvenes, esto siempre ha sido así, y posiblemente sea un factor saludable socialmente. Un gran problema contemporáneo, en mi opinión, es que existe una industria de la comunicación que ha detectado esto hace tiempo, y se ha dedicado a producir rebeldía perfectamente estandarizada y etiquetada, y la juventud, pero no sólo ella, cae muy fácilmente en esa trampa de ser anti-sistema en una dirección que no beneficia a nadie salvo a grupos económicos y partidos políticos perfectamente instalados en el sistema. Que los jóvenes no son idiotas pero tampoco son necesariamente más listos que los mayores, y encima les falta la experiencia. Llevar la camiseta del Che (un asesino como lo fue Pinochet) puede ser muy guay, pero al sistema le hace cosquillas, y en cambio ayuda a crear el ambiente propicio, en el mejor de los casos, para que las visiones en pro de las libertades individuales queden ahogadas en medio de reclamaciones delirantes de intervencionismo del Estado que -se ha demostrado hasta la saciedad- no crearán más puestos de trabajo para el de la camiseta ni para nadie, sino todo lo contrario, entre otros efectos perniciosos.
Por eso, si esta rebeldía de pacotilla empieza a ser lo que se espera de los chicos buenos, lo establecido, es posible que la reacción de éstos sea inclinarse en la dirección contraria, hacia el liberalismo y el redescubrimiento de ciertos valores tradicionales. En realidad, creo que esto ya lleva sucediendo desde mucho antes de que se planteara la Epc. Así que yo seguiré oponiéndome a la Epc, no porque piense que va a tener un gran éxito adoctrinador, sino porque precisamente es el momento de prepararse para recoger los frutos de la juventud desencantada del paradigma seudoprogresista, y ofrecerle una alternativa.
Un saludo.