sábado, 11 de agosto de 2007

Un libro para leer en vacaciones -y siempre


En una cena en la que nos conocimos personas de ideología común me preguntaron, medio en broma, medio en serio, cuándo se produjo mi "conversión" (al pensamiento liberal-conservador). Porque efectivamente, hoy en día lo normal es ser un seudoprogresista biempensante y definirse de manera distinta es algo que requiere explicación. Entonces contesté vagamente que lo mío ha sido un proceso gradual, cosa absolutamente cierta, aunque poco emocionante. Me han influido como es lógico mi propia experiencia personal, incluso la vivencia de acontecimientos históricos como la demolición del Muro de Berlín y, lo que yo creo es más importante, mi propio carácter, reacio a los tópicazos, las hipocresías y el buenismo, que me llevaron a rebelarme contra prejuicios que no casaban conmigo. Pero la transición no es fácil, vivimos inmersos en los conceptos políticamente correctos, forjados durante décadas, y se requiere un trabajo de seria reflexión para podernos desembarazar de ellos, para siquiera descubrir que existe una alternativa intelectual al pensamiento establecido. Para ello son fundamentales una serie de libros que van dejando su poso.

La primera vez que leí Sobre el poder, de Bertrand de Jouvenel (clicar foto), me impactaron muchas de sus aparentes paradojas, como por ejemplo su tesis de que la revolución francesa fue una victoria del estatalismo irreversible. No es una tesis original de Jouvenel, desde luego, pero entonces aún no había leído a Tocqueville, y por eso me escandalizó, en cierto modo. O que el Estado por naturaleza es revolucionario, es enemigo de la tradición, porque no puede sufrir ninguna limitación basada en la costumbre, la religión o el derecho consuetudinario. En aquel momento no supe integrar aquellas reflexiones en mi concepción general de las cosas, pero oscuramente entreví que allí hablaba un sabio al que había que escuchar. El recuerdo de aquella lectura me persiguió durante mucho tiempo, antes de que volviera a buscar el libro (apenas recordaba el nombre del autor) y esta vez lo adquiriera para mi modesta biblioteca-cuarto-de-planchar-y-otros-trastos. Cuando vuelves a leer un libro después de un periodo considerable, tú ya no eres el mismo, has cambiado -y en este caso, pensé, el propio libro había contribuido sordamente a ese cambio. Reconocí en él cosas que yo pensaba aunque había olvidado... ¡que las había leído allí! En fin, son aventuras espirituales que conoce todo aficionado a la lectura. Por supuesto, no fue mero azar que Sobre el poder fuera a parar a mis manos la primera vez. Uno siempre busca instintivamente los libros que encajan con su manera de ser, y a veces éstos te recompensan, y te buscan a ti.

Estaré hasta el 19 de agosto desconectado de la blogosfera. Amigos Cesc, Martha, Aguador, Quim, que no os habéis alejado hasta ahora del ordenador, y las legiones de visitantes que no me dejáis comentarios (calculo que entre catorce o quince millones), ¡qué tengáis unas felices vacaciones!