sábado, 19 de marzo de 2011

El gen autoritario

Una de las mayores falacias políticas, si no la mayor, es que la derecha es por definición autoritaria, mientras que la izquierda es liberal. O al menos, que la primera tiende al autoritarismo en mayor grado que la segunda. De ahí que, para muchos, si la derecha aspira a recibir el marbete de "civilizada", debe tender hacia el centro, es decir, ser menos derecha.

El problema es que este proceso puede no terminar nunca, porque lo que deba entenderse por centro puede redefinirse cada equis tiempo, siempre más hacia la izquierda. Así, hace veinte o treinta años, los foros progresistas sostenían que una derecha moderna, europea, etc, debía aceptar el divorcio y la despenalización del aborto en determinados casos. Hoy, el criterio de aceptación de la derecha en sociedad, por así decirlo, pasaría, según algunos, por aceptar el "matrimonio" gay, el "derecho" al aborto con una mera limitación de plazos y la eutanasia activa. ¿Qué será lo que mañana se entenderá por moderación centrista? ¿Tolerar la poligamia en pro del multiculturalismo? ¿Admitir la clonación de seres humanos con tendencias genéticamente progresistas?

Lo cierto es que las encuestas demuestran que esa concepción de la derecha ha calado hondo. En el Barómetro de Opinión del CIS de enero de 2010, se preguntaba, de una lista de términos, si se los identificaba con "ser de izquierdas" o "ser de derechas". Un 51,5 % asociaba autoritarismo con la derecha, frente al 9,2 % que lo hacía con la izquierda. La batalla ideológica parece perdida.

Sin embargo, resignarse al uso empírico de las palabras nos conduciría primero a un empobrecimiento del lenguaje, y segundo a una limitación drástica de cualquier asomo de pensamiento crítico. Decir que la derecha es autoritaria porque así lo piensa la mayoría de la gente, sería como aceptar que cualquier incorrección gramatical o conceptual deja de serlo en cuanto una mayoría de la sociedad incurre en ella.

En el contexto español, es evidente que la asociación derecha y autoritarismo obedece en buena parte a una circunstancia histórica. La dictadura de Franco se sostuvo, como es notorio, en un ideario con elementos inequívocamente de derechas, a saber: la defensa de la moral católica, la unidad territorial de España, la aceptación en líneas generales de la economía de mercado y el discurso anticomunista.

No han faltado los amigos de las paradojas que, a pesar de todo, han pretendido que el franquismo en realidad era de izquierdas, porque el autoritarismo, en contra del mito, sería una cualidad intrínseca de la izquierda, no de la derecha. Personalmente, no osaré sostener una tesis tan refractaria al sentido común. Me parece no menos absurda que la tesis opuesta, a la que se adhería no hace mucho el cineasta Fernando Trueba, cuando decía que todas las dictaduras, por definición, son de derechas.

Ahora bien, sin llegar a esos extremos aporéticos, sí me atrevo a afirmar que la izquierda tiende por naturaleza, en mayor o menor grado, a ser más autoritaria que la derecha. Mi argumento es el siguiente:

La derecha, o al menos una de sus corrientes principales, tiende a valorar en gran medida la existencia de una ley natural, sea concebida desde un punto de vista más o menos secularizado, o más o menos religioso. Esto significa que para una persona de derechas, existen ciertas normas que no solo los individuos, sino tampoco los gobiernos pueden transgredir, por mucha legitimidad democrática que ostenten (por lo demás, ¡siempre se las apañan para ostentarla, sea verdad o no!).

Dicho de otro modo, la diferencia entre el autoritarismo y el liberalismo no es la cantidad de prohibiciones que tolera cada una de estas concepciones, sino el origen de esas prohibiciones. Para el autoritario, el Estado tiene la prerrogativa de decidir lo que está bien o no. Para el liberal, el bien y el mal (los derechos humanos, etc) preexisten al derecho positivo generado por el Estado, y de la misma manera que nadie puede inventarse su propia moral particular, no pueden hacerlo tampoco los gobernantes, por muy representativos que sean de la voluntad popular.

En cambio, la izquierda, o al menos su corriente principal, tiende al utilitarismo, es decir, a la concepción según la cual las normas ético-jurídicas son creaciones conscientes del hombre, o deberían serlo, con el único objetivo de incrementar la felicidad general.

Ambas concepciones presentan problemas filosóficos insolubles. ¿Cómo podemos conocer la ley natural? ¿Cómo definimos la felicidad general? ¿Cómo podemos conocer los efectos a largo plazo de nuestras decisiones normativas? Sin embargo, lo que me interesa destacar es que, si bien el utilitarismo puede conducir a conclusiones liberales (la felicidad general se obtiene reduciendo al máximo la coacción), también puede servir para justificar desde el intervencionismo más moderado, hasta el totalitarismo más opresivo; siempre "por nuestro bien", naturalmente.

Por el contrario, la creencia en una ley natural determinada (especialmente la tradición judeocristiana; no soy competente para valorar otras), por sí sola, aunque no nos inmunice absolutamente contra el autoritarismo, presupone la noción de que existen unos límites últimos que ningún gobernante estará autorizado a traspasar, bajo ningún concepto.


Las formas en que estas cosmovisiones se traducen en regímenes concretos pueden ser muy complejas. De ahí que sería tan ingenuo sostener que en la práctica la derecha siempre tiende al liberalismo como que la izquierda necesariamente derivará hacia un incremento del autoritarismo. Los contraejemplos de lo uno y lo otro son suficientemente abundantes y conocidos. Pero afirmar, como se sigue haciendo constantemente, que el autoritarismo está en el ADN de la derecha, solo contribuye a preparar o justificar cualquier despotismo que se vista de progresista y moderno. Y además es falso.