martes, 8 de marzo de 2011

No volveremos a la cocina

Michelle Bachelet, después de perder las elecciones chilenas, lo que no ha perdido es el tiempo. La han nombrado directora de la agencia ONU Mujeres y ha concedido una entrevista en El País con motivo del día de la mujer. En ella asegura, hablando en nombre de todas las de su sexo, que "no estamos dispuestas a volver a la cocina". Recuerdo vagamente lo que decía Cioran acerca que todo aquel que habla en nombre de un colectivo y de la impostura. Otro día buscaré la cita literal.

No sé qué pensarán de semejante declaración Carme Ruscalleda, Montse Estruch o Beatriz Sotelo, por mencionar solo a grandes cocineras españolas. Que a la señora Bachelet no le guste cocinar, no veo que sea motivo para denigrar a aquellas a las que sí les gusta y jamás lo han visto como una esclavitud, sino todo lo contrario, como un privilegio. Me recuerda a esos que como no tienen ni idea de fútbol se defienden despreciando ese supuesto absurdo de "once tíos corriendo detrás de una balón".

Claro que lo que pasa es que yo soy muy bruto, y no comprendo que la expresidenta de Chile se ha referido al trabajo doméstico en general. Pero encuentro que podía haber dicho que las mujeres no volverán a poner lavadoras o a fregar pisos, cosas que hay que reconocer que carecen del atractivo del arte gastronómico, y que de todos modos, alguien deberá hacer, sea hombre, mujer o transexual. Me corroe la duda: Quien le friega la casa a la señora Bachelet ¿es hombre o mujer?

Por lo demás, la entrevista en El País es de antología. Califica de "cínicos" a quienes cuestionan estos organismos de la ONU por estar integrados por países como los islámicos, donde las mujeres carecen de los más elementales derechos. Claro, Occidente no debe injerirse en asuntos internos de regímenes dictatoriales. En cambio, la ONU y los gobiernos "progresistas" sí pueden injerirse en las sociedades occidentales, mediante leyes de discriminación positiva y no discriminación, para cargarse las libertades  en los únicos lugares donde todavía existen.

Y qué me dicen de esta frase de la entrevistadora: "Nadie ha sufrido tanta injusticia, tanta violencia y tan poco reconocimiento durante los siglos como las mujeres." Hasta ahora pensábamos que habían muerto también algunos hombres en guerras, cárceles, campos de concentración y otros tipos de violencia, pero estábamos cegados por los prejuicios. Por supuesto que la mortalidad no es el único índice de la violencia, pero sí es significativo que, en la mayoría de países, la mortalidad masculina sea superior a la femenina en todas las edades. Y que también en la mayoría de países la proporción de población penitenciaria masculina sea superior al 90 %.

Nadie niega que muchas mujeres sufran violencia, pero sostener una visión del mundo del tipo "hombres-opresores" y "mujeres-víctimas" es la esencia de la cretinez políticamente correcta. Como tampoco nadie con dos dedos de frente cree ya en la lucha de clases. Por eso ahora los totalitarios tratan de legitimar sus actos con la ideología de género, el cambio climático y cualquier cosa que les permita asaltar las sociedades prósperas, y mantener en la indigencia a las que podrían aspirar a serlo. Y entre los obstáculos que deben remover para imponer sus proyectos de ingeniería social están la Iglesia, la familia y la tradición. Por eso las odian tanto. Dicen que quieren liberar a las mujeres, pero si tuvieran éxito, de la libertad no quedaría nada. Ni para hombres ni para mujeres.