sábado, 19 de marzo de 2011

¿Qué le pasa a la Iglesia en Cataluña?

El documento de los obispos catalanes, "Al servei del nostre poble" ("Al servicio de nuestro pueblo"), ha sido interpretado por varios medios de comunicación como un respaldo de la jerarquía eclesiástica en Cataluña al nuevo gobierno de Artur Mas, y más ampliamente, al nacionalismo catalán. Una lectura atenta del texto no desmiente esta impresión. Dicen los obispos:

"Reconocemos la personalidad y los rasgos nacionales propios de Cataluña, en el sentido genuino de la expresión, y defendemos el derecho a reivindicar y promover todo lo que esto comporta."

Se trata sin duda de una frase calculadamente inconcreta, pero que de modo claro se presta a su utilización por el régimen nacionalista que impera en esta comunidad autónoma desde hace treinta años. Bien es verdad que si algún día Cataluña se convirtiera en un Estado independiente, la Iglesia no tendría más remedio que reconocer la nueva realidad. Así es como ha sobrevivido durante 2.000 años, navegando con pericia entre poderes terrenales mucho más fuertes que ella, en el sentido material. Pero ¿qué necesidad hay de adelantarse a un escenario que no parece realizable de manera inminente?

En la primera página, los obispos muestran su preocupación por un "clima cultural en el que Dios desaparece del horizonte del hombre, que así intenta ser el centro de todo". Ahora bien, el nacionalismo puede describirse como una variante de este neopaganismo, que sitúa la nación como valor supremo, de manera análoga a como otras ideologías lo han hecho con la clase social, la raza o la naturaleza.

Bien es cierto que el documento no se refiere explícitamente al nacionalismo, salvo una única vez que lo hace curiosamente en un sentido crítico, hablando de la inmigración, ante la cual -al tiempo que propugna la integración de los recién llegados- aconseja "superar todo egoísmo nacionalista". Pero la aquiescencia del conjunto del texto con el "clima cultural" del nacionalismo es difícil de negar.

Este posicionamiento del episcopado catalán resulta especialmente llamativo en un momento en que parece que, por fin, desde el Vaticano se estaría intentando corregir la tradicional deriva nacionalista de la Iglesia vasca. Me gustaría creer que la Iglesia sabe lo que hace en el caso de Cataluña.