sábado, 9 de enero de 2010

Pepe García Domínguez y el bilingüismo

A las pocas horas de que Alberto Núñez Feijóo diera a conocer el borrador del "decreto do plurilingüismo" en la enseñanza de Galicia (30 de diciembre) se produjeron reacciones como las de Galicia Bilingüe o Libertad Digital, que calificaron la propuesta del presidente gallego como una traición a sus votantes. Al mismo tiempo, desde la emisora de LD, esRadio, el periodista catalán de origen gallego José García Domínguez ha discrepado de opinión tan tajante, asegurando que "se daría con un canto en los dientes" si el decreto de Feijóo se aplicara en Cataluña. Un buen resumen de la polémica lo ofrece Elentir en su post del 5 de enero. En esta entrada expongo mi insignificante opinión, que sin ser muy distante de la línea editorial de LD, es mucho más comprensiva con la postura de Pepe García Domínguez que Elentir. Mas veamos primero la propuesta de Feijóo. (El lector apresurado puede saltarse este resumen, en azul.)

El documento de trece páginas arriba enlazado establece (hasta donde he entendido el texto, que está en gallego) la siguiente regulación del uso de la lengua en la enseñanza:

Infantil: El profesorado utilizará la lengua predominante en cada aula, tras consulta a cada familia, y cuidando de introducir también el conocimiento de la lengua no predominante.

Primaria y ESO: Deberán impartirse un tercio de horas en gallego, otro en castellano y otro en lengua extranjera (preferiblemente inglés) con arreglo a lo siguiente:
-La asignatura de lengua castellana se impartirá en castellano, así como en gallego la lengua gallega, dedicándose las mismas horas a cada una.

-Conocimiento del Medio y Matemáticas se impartirán una en gallego y otra en castellano, a elección de los padres. (En la ESO, los padres podrán elegir que Matemáticas y Ciencias Sociales se impartan ambas en gallego o castellano, si no he entendido mal el redactado.)

-El Consejo Escolar de cada centro decidirá la lengua del resto de asignaturas, de tal modo que exista equilibrio entre las tres, y en cualquier caso, que como mínimo un tercio sean en castellano y otro tercio en gallego. La lengua extranjera, en cambio, no podrá superar el tercio de horas lectivas.
-Los centros educativos que no dispongan de personal capacitado para impartir un tercio de las asignaturas en lengua extranjera, podrán impartir estas en castellano o gallego, escuchando la opinión de las familias, y asegurando el máximo equilibrio entre ambas.
-Excepcionalmente se podrán impartir las asignaturas troncales (Matemáticas, Conocimiento del Medio, Ciencias Sociales) en lengua extranjera, pero siempre manteniendo el equilibrio entre las tres lenguas.
-Los alumnos podrán utilizar, oralmente o por escrito, la lengua de su preferencia, en todas las materias impartidas en gallego o castellano.


Bachillerato:
Cada centro aprobará una "oferta equilibrada" de asignaturas en castellano, gallego y lengua extranjera.

Formación Profesional, enseñanzas artísticas y deportivas y Educación para Adultos:
Cada centro debe garantizar el conocimiento de ambas lenguas oficiales.

El borrador del decreto entra además en otras consideraciones, entre las que destacan fijar el gallego como la lengua de la administración educativa, y el mantenimiento de los llamados "Equipos de dinamización de la lengua gallega" en cada centro (antes llamados "de normalización y dinamización lingüística").


Como se desprende de lo anterior, en la enseñanza primaria y secundaria, el decreto parece tender a un modelo estrictamente bilingüe de un 50 % de horas de castellano y un 50 % de horas en gallego, dado que pocos centros podrán ofrecer un tercio de asignaturas en inglés u otra lengua extranjera. Luego ya veríamos la aplicación, pero en cualquier caso, garantiza un mínimo de un tercio (unas diez horas semanales, digamos) en cada lengua oficial. También es importante señalar que el decreto asume el concepto de normalización linguística, es decir, que existe una lengua (el gallego) cuyo uso debe promoverse desde el gobierno autónomo, en la enseñanza y fuera de ella. En cambio, se aparta explícitamente (pág. 2, cuarto párrafo) del método de la inmersión lingüística, consistente en que so pretexto de "normalizar" el gallego, se tienda a imponer como única lengua vehicular de la enseñanza.

La reacción de Galicia Bilingüe a este borrador de decreto es que incumple la promesa electoral de Feijóo de dar libertad a los padres para elegir individualmente la lengua vehicular de la enseñanza. A esto replica García Domínguez que no existe un derecho a elegir que los hijos puedan recibir la educación en sólo una de las lenguas oficiales. Es decir, que si el presidente gallego es criticable, no es tanto por su incumplimiento, como por haber hecho una promesa que con la constitución y el estatuto en la mano no podía cumplir. Según llegó a afirmar el periodista galaico-catalán en la tertulia de esRadio del 30 de diciembre, quien opta por que los niños puedan recibir enseñanza sólo en castellano, no es diferente de Carod-Rovira, que defiende la inmersión en catalán.

Hay una falacia evidente en esta comparación. Una cosa es que yo elija la lengua de la enseñanza de mis hijos, y otra muy distinta que la imponga a los demás, que es lo que hacen los nacionalistas. Aquí Pepe, no has estado fino. Ahora bien, respecto a la cuestión de fondo (¿existe el derecho a recibir la enseñanza en sólo una lengua oficial, limitando el conocimiento de la otra a la asignatura de lengua?), mi opinión es que debemos distinguir entre los planos de lo ideal y lo real.

Idealmente, creo que la administración no debería promover el uso de ninguna lengua, ni catalán, ni castellano, ni ninguna otra. No debería haber lenguas oficiales, ni lenguas protegidas o "normalizables". Los individuos son libres de comunicarse en el idioma que les dé la gana, y de asociarse espontáneamente para favorecer, si así lo desean, el uso del catalán, el castellano, el esperanto, el chino o el bantú, tanto en la enseñanza como fuera de ella. El Estado no es nadie para imponer ni el monolingüismo, ni el bilingüismo ni ningún otro modelo. Por tanto, a mí me parece perfectamente válido que existan escuelas donde la lengua vehicular sea el castellano, el gallego, el catalán, el inglés o el finlandés. O más de una lengua, en la proporción que se quiera. Dejemos que los individuos elijan lo que creen que es lo mejor para sus hijos y para sí mismos. Puede que como consecuencia de ello haya una lengua que se imponga en detrimento de otras, y aquí muchos deploran la pérdida de "riqueza" que ello comporta, pero olvidan las ventajas de la existencia de una lengua común. Después de todo, las lenguas nacen y mueren, y carece de justificación restringir las libertades individuales por el capricho de quienes quieren oponerse inútilmente a la naturaleza de las cosas.

Naturalmente, para poder aplicar la absoluta libertad educativa, sería necesario que la enseñanza dejara de ser competencia del Estado, es decir, privatizarla totalmente, estableciendo algún sistema, como el cheque escolar u otros, para que todos los ciudadanos, con independencia de su nivel de renta, tuvieran acceso a la educación. Hoy en día, el peso del Estado es tan desmesurado que semejante idea parece incluso extremista, pese a que de hecho ha sido lo normal en otras épocas, y ha funcionado perfectamente. Hasta que el Estado logró convencer a la gente de que sin él no podría existir una enseñanza universal.

Dicho esto, pasemos al mundo real, y más concretamente a la España actual. Aquí lo que tenemos es que el artículo 3º de la constitución considera a las "distintas modalidades lingüísticas de España" como un "patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección". Y que los estatutos de Galicia, Cataluña, País Vasco, etc, basándose en este artículo, han establecido la normalización lingüística, es decir, que la administración está autorizada a hacer lo posible por favorecer a la lengua supuestamente en retroceso. Podrá gustarnos o no (a mí, como acabo de decir, no me gusta) pero hasta aquí, se trata de la ley. El problema es cuando los nacionalistas llevan tan lejos su normalización, que llegan a sancionar el uso de la otra lengua (o el no uso de la lengua a proteger, me da lo mismo), o la imponen como única lengua vehicular de la enseñanza (inmersión). Es decir, cuando ponen en práctica un verdadero proyecto de ingeniería social, consistente en intentar cambiar la lengua que habla una población, para así diferenciarla del resto del territorio del cual se quieren separar, a fin de establecer su propio Estado. Y es un problema, no porque pudieran tener éxito, sino porque en su empeño fanático, totalitario y seguramente nunca satisfecho, restringen no sólo las libertades lingüísticas, sino que sientan el precedente para limitar todas las demás, y favorecen un clima de fanatismo gregario ("nosaltres" frente a "ellos") cada vez más irrespirable.

Es por esto por lo que aprecio el posibilismo de Pepe García Domínguez (y de Juan Carlos Girauta). Desde el momento que garantizamos entre un tercio y una mitad de horas en castellano, y que se evita relegarlo a las asignaturas "marías" (al menos en teoría) los nacionalistas gallegos, catalanes o vascos se ven limitados en sus pretensiones avasalladoras. Cierto que no eliminamos la intervención de la administración, que para mí sería lo ideal, pero obsérvese que eso tampoco lo pretende Galicia Bilingüe, que parte de la existencia de dos lenguas oficiales, tal como establece la ley, y por tanto también admite la limitación de la libertad de los padres, que deben elegir entre castellano y gallego, pero no pueden optar por el francés o el japonés. (Cosa por lo demás inaplicable en la enseñanza pública.)

El decreto de Feijóo no establece un bilingüismo perfecto (por ejemplo, sigue decidiendo a favor del gallego en la administración), pero al menos podría cerrar el paso al monolingüismo nacionalista, que requiere ejercer mucha más violencia (en sentido no totalmente metafórico) sobre la sociedad. El equilibrio entre dos lenguas, no sólo en la enseñanza, sino en todos los ámbitos públicos, es algo mucho más civilizado, más razonable, más tolerante; menos fanático, en suma. Estuve hace dos años en Merano y quedé admirado de la convivencia del italiano y el alemán, con su señalización viaria estrictamente bilingüe, y la libertad de rotulación del comercio. (La verdad es que parecía más Austria que Italia... salvo por los gnocchi.)

Prefiero que el Estado no tenga ningún modelo lingüístico, es decir, que no intervenga en absoluto en la enseñanza, pero puesto que de momento esto es utópico, me decanto por el bilingüismo frente al monolingüismo. El argumento de que los niños aprenden mejor exclusivamente en su lengua materna, con ser trivialmente cierto, no me parece decisivo, pues tenemos el ejemplo de los Estados Unidos, donde millones de inmigrantes italianos, alemanes, chinos, polacos, hispanos, etc han aprendido el inglés en la escuela, y en una generación se han puesto a la misma altura que sus compañeros anglosajones.

La cuestión que no debe perderse de vista es que el nacionalismo es un instrumento del estatismo, pero no el único. Centrarnos en exceso en la libertad de elección de lengua en un sistema público donde casi nada se puede elegir, puede llegar a suponer un desgaste que no nos podemos permitir. Los nacionalistas son maestros en atribuir móviles nacionalistas a quienes simplemente estamos defendiendo la libertad, por lo que deberíamos ser más inteligentes y olvidarnos del argumento circular que no hace más que recordar que "vivimos en España", es decir, que el castellano es la lengua oficial común. Eso es un mero hecho que no tiene nada que ver con la libertad. Si dentro de dos siglos en España se habla inglés en lugar de español, sin duda será de lamentar. Pero también hubo que lamentar que se perdiera el latín o el griego clásico. Las lenguas no pueden estar por encima de las personas, que van a ser igual de felices o infelices hablando español, catalán o inglés. Otra cosa son las consideraciones económicas, pero si a eso vamos, olvidémonos del español e impongamos definitivamente la inmersión en inglés, no esa ridiculez de un tercio de horas lectivas que propone Feijóo, que encima sabe que no es factible. Ojalá fuera la pluralidad lingüística el único inconveniente que se encontraran los inversores extranjeros en España.

ACTUALIZACIÓN DEL 21-01-2010: Véase el brillante artículo de Albert Esplugas en LD. Lo suscribo totalmente, pero con un matiz: La imposición del bilingüismo no es exactamente igual que la imposición del monolingüismo. La segunda requiere mucha más coacción, por tanto es peor, aunque coincido en que lo ideal es ninguna coacción.

ACTUALIZACIÓN DEL 22-01-2010: El debate, apasionante, continúa. Coincido totalmente con el artículo de Dupuy en LD, más que una réplica, una matización al de Esplugas, como bien señala este.