domingo, 24 de enero de 2010

La inmensa estafa de la OMS

Según un reportaje de Paco Rego publicado hoy en El Mundo, titulado elocuentemente "El camelo de la gripe A", la alarma mundial por esta enfermedad, al igual que la anterior de la gripe aviar, fue provocada por médicos de la OMS sobornados por la industria farmacéutica. A consecuencia de ello, los gobiernos se han gastado cientos de millones de euros en la compra de vacunas, antivirales y material profiláctico, que en su mayor parte no será necesario. Parece claro, pues, que de nuevo los Estados y los tinglados burocráticos internacionales son responsables de un atraco a mano armada a los contribuyentes, justificado con teorías alarmistas. (Por cierto, ¿para cuándo un artículo semejante en este periódico sobre el negocio mucho mayor del cambio climático?)

Por supuesto, también son responsables las multinacionales farmacéuticas que han recompensado generosamente a esos profesionales corruptos. Pero está claro que si no existieran unas administraciones con un amplio margen para gastar discrecionalmente el dinero de los ciudadanos, la escala de lo ocurrido difícilmente habría sido la misma. A fin de cuentas, las empresas no ocultan a nadie que están para ganar dinero, mientras que los gobiernos y las organizaciones internacionales se atribuyen a sí mismas la potestad de velar por nuestro bien. Sin embargo, en el reportaje, tras citar a varios médicos honrados dispuestos a denunciar la inmensa farsa, el periodista termina forzando una cita de Naomi Klein, la conocida escritora contraria a la globalización liberal: "Una nueva manera de hacerse inmensamente rico a costa de la alarma global". El mensaje subliminal es, pues, el mismo de siempre: La culpa de todo es de un sistema económico basado sólo en el beneficio y bla bla bla.

Pues nada, hombre, vamos a volver a creer la próxima vez a pies juntillas lo que digan los altos funcionarios de la ONU y de la OMS, cuyo discurso tantas veces coincide con el de Naomi Klein. Qué malo es el capitalismo salvaje neoliberal imperialista, y qué buenos son los burócratas que viven estupendamente bien de él.