Adam Smith escribió lo siguiente hace más de dos siglos:
"Las grandes naciones nunca se empobrecen por el despilfarro y la mala administración del sector privado, aunque a veces sí por el derroche y la mala gestión del sector público. (...) Sin embargo, la experiencia demuestra que la frugalidad y buena administración es en la mayoría de los casos suficiente para compensar no sólo la prodigalidad y desbarajuste de los individuos, sino el derroche del Estado. El esfuerzo uniforme, constante e ininterrumpido de cada persona en mejorar su condición, el principio del que originalmente se derivan tanto la riqueza pública como la privada, es con frecuencia tan poderoso como para mantener el rumbo natural de las cosas hacia el progreso, a pesar tanto del despilfarro del gobierno como de los mayores errores de la administración. Actúa igual que ese principio desconocido de la vida animal que frecuentemente restaura la salud y el vigor del organismo no sólo a pesar de la enfermedad sino también de las absurdas recetas del médico." (La riqueza de las naciones, lib. II, cap. 3; las negritas son mías.)
Es lo mismo que viene a decir José Ramón Rallo en un artículo de Libertad Digital, El capitalismo lo aguanta (casi) todo. Y tanto el sabio escocés como el joven economista español tienen mucha razón. Pero qué quieren que les diga, no me quedo muy tranquilo después de leerlos. Esas expresiones adverbiales ("con frecuencia", "casi") no dejan de inquietarme... Hay parásitos tan obtusos que acaban destruyendo el organismo que los mantiene, llámense políticos, sindicalistas y funcionarios en defensa de su poder, cuando no de los más mezquinos privilegios.