
Por si todas estas calamidades no fueran suficientes, al capitalismo, o más concretamente a la CIA, se la ha llegado a culpar de la epidemia del sida, a pesar de que los científicos han datado los orígenes del virus entre finales del siglo XIX y principios del XX.
Pero lo que nos faltaba por leer son unas declaraciones de Hugo Chávez (quién si no), culpando a la marina de Estados Unidos de haber provocado el terremoto de Haití. Es decir, que a la pobreza, a las guerras, al cambio climático y a las enfermedades, ahora habrá que sumar las catástrofes naturales en el debe del pérfido sistema capitalista, o del malvado imperio yanqui, como prefieran.
Es fácil ver el lado chusco de estas fantasías paranoicas, y tratar de imaginarnos cómo debe ser la máquina de hacer terremotos. Acaso podría servir para el guión de la próxima película de James Bond. Pero no nos engañemos. La anécdota nos ilumina acerca de la estrategia coherente y sistemática del pensamiento totalitario a lo largo de décadas. Para compensar los estragos causados por el comunismo, cifrados por la historiografía seria en unos cien millones de muertos, es necesario (ya que es harto difícil negarlos u ocultarlos) acumular hecatombes en el otro platillo de la balanza, en el que militan los Estados Unidos. Sólo así podremos relativizar el insondable sufrimiento causado por las ideologías colectivistas, y seguir presentándolas como una alternativa.