domingo, 1 de febrero de 2009

Mauthausen y los soldados de Salamina

8.964 españoles fueron deportados a los campos de concentración nazis, según el censo más completo realizado hasta ahora. La gran mayoría (7.347) fueron destinados a Mauthausen, y el 59 % del total no vivieron para contarlo. Un 4 % desapareció, por lo cual sólo el 37 % fue liberado por los aliados al terminar la guerra.

Hace pocos meses conocí al hijo de un superviviente de Mauthausen, Francesc Sentís, que vivió prácticamente desconocido en Tarragona durante muchos años, hasta su muerte en 1998. Escribí un artículo en dos partes (en catalán) sobre su figura en el digital Tot Tarragona. Quiero aclarar que en absoluto soy ningún experto en el tema, simplemente sentí extrañeza porque ni siquiera a nivel local Sentís fuera conocido, y pretendí llenar ese vacío tratando de contactar con la familia. Aunque mis averiguaciones han sido hasta ahora bastante elementales, más de una vez me acordé de la excelente novela de Javier Cercas, Soldados de Salamina, o del más reciente libro de Toni Orensanz, L'òmnibus de la mort: parada a Falset, obras donde se aborda el tema de la guerra civil con un enfoque, por así decirlo, biográfico-detectivesco.

Lo cierto es que, por lo que yo sé, Francesc Sentís sólo aparece mencionado en un libro, Els catalans als camps nazis, de Montserrat Roig, pero sin el acompañamiento de ningún dato biográfico. Así que, aunque me esté mal decirlo, si ustedes buscan su nombre en Google, la única información que encontrarán es la obtenida por mí.

Por cierto que, pese a su valor literario, Soldados de Salamina me pareció algo tramposa. Juega hábilmente con el escepticismo y la ironía, para acabar rindiendo culto (una vez más) al mito de que quienes combatían en el ejército de la república fueron la última encarnación de los eternos defensores de la civilización frente a la barbarie, en una obvia reedición a la inversa de la propaganda franquista sobre las "hordas rojas".

Para mí, los auténticos soldados de Salamina fueron quienes desembarcaron en Normandía, y un año más tarde liberaron a los prisioneros de Mauthausen. Bien es cierto que para los españoles como Francesc Sentís no terminaron ahí sus peripecias, pues no podían volver sin más a la España de Franco, pero al menos habían logrado lo más difícil, sobrevivir a la barbarie nazi. Y eso merece también todo nuestro reconocimiento, independientemente de que en sus posteriores trayectorias vitales hicieran alarde o no de viejas militancias -o simplemente de sus circunstancias geográficas en el verano del 36.